viernes, 30 de julio de 2021

En memoria del Fundador del Scoutismo Católico en Argentina

 


En este 2 de agosto se cumplen 48 años de la muerte del p. Julio Meinvielle. Como escribió con tanta precisión Sergio F. Tacchella, presentando el libro “Los Scouts de Meinvielle”, su persona fue una “figura multifacética”: “Es el Sacerdote devoto de la Virgen que se pasea por las calles barrosas de Versailles rezando el rosario o leyendo el Breviario; es el que se hace tiempo para enseñar el catecismo o dicta clases de boxeo, es el teólogo que se hace didacta para que las homilías se entiendan a pesar de la Misa en latín, es el filósofo que escribe libros polémicos, el publicista que edita sus propios y cambiantes semanarios, es el economista y el hombre de la cultura, es el austero párroco que visita a los pobres luego de las inundaciones del arroyo Maldonado, el que le consigue puestos a los jóvenes, y les infunde las esperanzas de un país mejor, que se logrará cuando haya ciudadanos mejores.”[1]

Hoy nos limitaremos a presentarlo como el fundador del scoutismo católico en Argentina, tanto del grupo nº 1 como de la USCA (Unión Scouts Católicos Argentinos). Y lo queremos hacer porque, como dice González Arbás, “el futuro del movimiento scout en la Argentina, como lo concibieron Meinvielle y tantos otros, está hoy en entredicho”.[2] Parte de la traición viene de ignorar la historia pues, al querer ignorar las propias raíces, se quiere edificar en una línea completamente diversa.

Querer eliminar la figura del Padre Julio no solo se intentó en el scoutismo. De hecho, nadie habla del “máximo teólogo de la Cristiandad en lo que va del siglo XX”, en palabras del mártir Carlos Sacheri.[3] Aquel sacerdote que mientras disputaba con Maritain y era uno de los mentores del antiguo y glorioso seminario de Paraná, se dedicó de tal modo a cuidar al rebaño encomendado que llegó a ser, en palabras del p. Castellani, “el Párroco del País”.[4]

Parte de su gran apostolado en toda la patria lo hizo gracias a la fundación de los scouts católicos. Recordemos unas breves líneas de su tarea al frente del scoutismo, siguiendo el citado libro de González Arbás.

“El padre Julio era un hombre de acción pero, ante todo, era reflexivo. Comprendió enseguida que necesitaba una organización diferente. Debía apegarse al método descrito por Baden Powell cuanto le fuera posible, para poder organizar con eficiencia a un número creciente de muchachos. Más tarde escribiría: ‘durante ese año, este cuerpo de exploradores se ha organizado de una forma más o menos similar a las compañías de boy scouts o exploradores conocidas en nuestro país, en la creencia ingenua de que no había otra forma de practicar scoutismo verdaderamente eficiente. Pero el poco resultado educativo logrado, ha obligado a sus dirigentes a estudiar en las fuentes auténticas del movimiento, la naturaleza del scoutismo tal como lo plasmó su fundador, el general inglés Sir Robert Baden Powell.’

Insatisfecho con los resultados, Meinvielle cambió en forma radical los métodos y el nombre de la creciente agrupación para marzo de 1934. El mismo anotó: ‘esto ha movido a abandonar radicalmente el tipo adulterado de scoutismo que se practica entre nosotros y a adoptar el tipo auténtico, que tan maravillosamente expone el Padre Jesuita Jacques Sevin, secretario de la oficina internacional de los scouts católicos, en su libro: Le Scoutisme’. El padre Sevin era uno de los tres fundadores de los Scouts de Francia, obra a la que se había dedicado desde 1913 después de una entrevista con el general Baden Powell. Editado en 1922, su libro sirvió de base para el floreciente movimiento de scouts católicos en Francia y en otros países.

El padre Julio se había hecho con una copia de ese libro, en francés, idioma que dominaba a la perfección, y de su lectura extrajo el modelo en el que basaría su agrupación y años más tarde, todo el movimiento de los scouts católicos en la Argentina. El nuevo nombre de la agrupación fue Scouts Católicos de Baden Powell y así lo justificó Meinvielle: ‘es tan firme el propósito de implantar lisa y llanamente el scoutismo de Baden Powell que hasta su nombre se ha adoptado para la tropa de scouts que se funda en la Parroquia, imitando en esto a los admirables scouts católicos belgas que se titulan Baden Powell Belgian Boy Scouts’.

Así fue que los exploradores se convirtieron en scouts. Pero no se trataba de un simple cambio de nombre. Entre las modificaciones introducidas por el padre Julio se encontraba la esencia misma del método scout: el sistema de patrullas. Ocho muchachos se agrupaban para formar una patrulla, con uno de ellos como jefe. Y cuatro patrullas formaban una tropa, tal como lo prescribía Baden Powell. Las patrullas no eran solo de carácter organizativo, en ellas cada scout tenía responsabilidades específicas, recibía entrenamiento y se convertía en una parte vital de esa pequeña comunidad que compartía la carpa en campamento, la comida, las victorias y derrotas en las competencias con las demás patrullas. Cada una tenía su propio estilo, personalidad, costumbres e historia. Con el paso de las décadas, los scouts de la primera hora olvidarían muchos detalles de la agrupación, pero jamás a qué patrulla pertenecían. Los miembros de las patrullas tenían entre once y dieciocho años.

Esa organización era justo lo que el padre Julio necesitaba.”[5]

“Para ser miembros de una patrulla, los muchachos debían esmerarse al máximo en el cumplimiento de sus deberes religiosos y en el aprendizaje de técnicas propias de los scouts. El padre Julio sabía con obsesivo detalle quiénes asistían al servicio dominical y quiénes no. […] Para los scouts, la inasistencia a la Misa era una falta grave. Pasado cierto tiempo, los aspirantes destacados formulaban su promesa y recibían el uniforme completo. Lo que prometían era vivir de acuerdo a los valores del movimiento que estaban resumidos en los diez artículos de la Ley Scout que Meinvielle había traducido, con las libertades necesarias, del libro de Jacques Sevin. Esta es la Ley Scout que escribió el padre Julio y que cada scout sabía de memoria:

1. El scout es digno de toda confianza.

2. El scout es leal a su país, a sus padres, a sus jefes y a sus subordinados.

3. El scout se ha educado para servir a sus semejantes, sin esperar recompensas ni alabanzas. Debe esforzarse por hacer una Buena Acción cada día.

4. El scout es amigo de todos y hermano de los demás scouts.

5. El scout es cortés y caballeroso.

6. El scout ve en la naturaleza la obra de Dios y por eso ama a los animales y las plantas.

7. El scout obedece sin réplica y nada hace a medias.

8. El scout es dueño de sí mismo, sonríe y canta en las dificultades.

9. El scout es económico y cuida de los bienes de los demás como cosa propia.

10. El scout es puro en sus pensamientos y palabras y en el uso de todos sus sentidos.

Los primeros en formular su promesa fueron los integrantes de la patrulla Vicuñas con Beltrán Hernández a la cabeza, seguidos de las demás patrullas. Esa singular ceremonia, que se repetiría miles de veces con el paso de los años, tuvo lugar el 30 de mayo de 1934. Algunos detalles se han perdido en la noche de los tiempos, pero la esencia es la misma de hoy. Los scouts, formados frente a la bandera repitieron de a uno, con voz firme, las palabras de un juramento sagrado que los ataría de por vida al código de valores del movimiento scout. La fórmula de la promesa había sido redactada por Meinvielle para esa ceremonia, sin sospechar que sería recitada incontables veces a lo largo del país por miles y miles de muchachos en los años porvenir. El texto era simple y se escuchó por primera vez en la humilde capilla de chapa de Versailles frente a los padres y al resto de la tropa.

Por mi honor y con la Gracia de Dios prometo: Cumplir mis deberes para con Dios, con la Iglesia y con la Patria; ayudar a mi prójimo en toda circunstancia, y observar la Ley Scout.[6]

“El más significativo de los atributos del uniforme de los scouts católicos lo constituyó, sin duda, el cordón de pureza. Meinvielle lo agregó como un símbolo, a partir de mayo de 1934, que identificaba a los scouts que habían formulado su promesa. […]. No importa a qué asociación pertenezcan, los scouts de Meinvielle se distinguen del resto con facilidad, son los que todavía lucen, desafiantes y orgullosos, el cordón de pureza.”[7]

“Después de una larga jornada de trabajo, se tendió en el suelo, sobre el vellón de oveja que le servía de cama. Sobre su cabeza, un rústico entrepiso de madera lo separaba del cuarto de proyección del cine que él mismo había levantado. Pasaban ya de las doce y los ruidos de Versailles se habían apagado por completo aquella cálida noche de otoño. A las cinco de la mañana, como todos  los días, se despertaría para orar. Le quedaban pocas horas de descanso. En la callada oscuridad, repasó una vez más lo que ocupaba su mente desde hacía meses. El trabajo a realizar era tal que lo hacía sentir pequeño. Pero estaba decidido. Con la ayuda de Dios, al día siguiente fundaría una nueva asociación para los jóvenes. Antes de ser vencido por el sueño, un último pensamiento lo hizo sonreír. Le gustaba mucho ese nombre. La llamaría Unión Scouts Católicos Argentinos.

Desde hacía años, el Padre Julio, que participaba frecuentemente en la Acción Católica Argentina y que había impulsado la creación de ese movimiento en La Salud, había comenzado un activo proselitismo a favor de los scouts, convencido de que eran una herramienta útil en la tarea de la evangelización. Por fin, los miembros de Acción Católica lo invitaron a dar una charla en su sede de Riobamba 981. Meinvielle ya había preparado el escenario que daría nacimiento a los scouts católicos. Sus más asiduos colaboradores, entre los que estaban destacados sacerdotes, se encontraban presentes ese día.

Su encendido discurso, con la pasión que lo caracterizaba al hablar, estimuló la imaginación del auditorio y causó gran impacto entre los presentes. En resumen, el Padre Julio convocó a practicar el scoutismo como una verdadera forma de acción católica. Era el 7 de abril de 1937, la fecha que la Unión Scouts Católicos Argentinos reconocería como la de su fundación. Con el paso de las décadas, la USCA desarrollaría una mitología fundacional más compleja y agregaría al nombre de Meinvielle los de Armando Fischer, Ernesto Padilla y Alfonso Rafaelli como fundadores. Cierto es que los tres fueron importantísimos dirigentes de la asociación y aportaron, como muchos otros, años de trabajo desinteresado que fue la sangre vital de USCA. Pero no menos cierto es que la idea de la USCA nació de un impulso solitario del padre Julio.

Los primeros y difíciles meses de USCA, sólo hubo tres agrupaciones scouts, Cardenal Ferrari, fundada por Alfonso Rafaelli y San Gabriel Arcángel, cuyo jefe era Norberto Wysiecky, ambas en Gerli, y La Salud en Capital. Para junio, vio la luz la primera publicación oficial que tendría la asociación durante muchos años y que ha sido una fuente insustituible para esta historia. El número uno de la revista Vida Scout tenía ocho páginas y estaba dirigida por el incansable Armando Fischer. Ese primer número, antológico, publica la Ley Scout que prometerían generaciones a lo largo del país y que estaba basada en la que redactara el Padre Julio en 1934. También aparecería el tradicional texto de la promesa de USCA, que era el mismo de los Scouts Católicos de Baden Powell, y el dibujo de la clásica flor de lis, que le serviría de emblema. De hecho, el manual del aspirante publicado en 1935 por la agrupación de La Salud decía: ‘La insignia de los Scouts Católicos de Baden Powell es la flor de lis con la cruz en el medio. Se ha adoptado la flor de lis, que se usaba para indicar el norte en los antiguos mapas, para recordarle al scout que debe vivir siempre orientado para poder a su vez, por el ejemplo de su vida, servir de orientación a los demás.’

Para octubre se realiza en la sede de la Acción Católica Argentina la primera reunión de estudios destinada a maestros scouts y ayudantes, precisamente para facilitar a las agrupaciones una copia del reglamento que utilizaba La Salud y comenzar a aunar criterios que, dos años después, darían a la asociación el primer reglamento general. Sin duda, es el más temprano antecedente de lo que después sería el Centro de Maestroscouts, el órgano de USCA responsable del adiestramiento de dirigentes.”[8]

“Cada año, la cristiandad festeja la Eucaristía el jueves siguiente al octavo domingo de Pascua. Esa antigua celebración fue instituida por el Papa Urbano IV en 1264. En la Argentina, ha tomado la forma de un multitudinario oficio religioso. En 1938 esa concentración tuvo lugar en la Plaza de Mayo. Meinvielle entendió que esa era una ocasión propicia para presentar a la organización de los scouts católicos. Con el visto bueno de Monseñor Copello y con la participación de los principales dirigentes de USCA, los scouts de las ocho agrupaciones que tenía la asociación en ese momento, abrieron orgullosos la marcha, portando sus banderas y arrancando aplausos de la multitud a su paso. Era el jueves 16 de mayo. La presentación pública del naciente scoutismo católico fue un éxito que llenó de satisfacción a Meinvielle y a la vez sirvió como una herramienta publicitaria que contribuiría a expandir el movimiento.”[9]

“El incansable Meinvielle comprendió enseguida los alcances que podía tener el movimiento. Pero estaba claro a principios de 1938 que se necesitaba una organización más eficaz, con roles diferenciados. Hasta ese momento, la Comisión Técnica era el único órgano de la USCA, encargada tanto del gobierno de la asociación, como del adiestramiento de los dirigentes o bien de la búsqueda de recursos. La división de tareas permitió un acelerado crecimiento que se sustentaría en el tiempo.

A principios de abril, USCA comenzó a dictar un curso teórico práctico para maestros scouts y ayudantes, en un primer intento por unificar conocimientos y pulir el método.

La secretaría de USCA comenzó a funcionar todos los días hábiles en la parroquia San Nicolás de Bari, como fruto de la amistad que había surgido con esa agrupación durante el campamento de verano. Por la mañana atendía el propio Padre Julio, de lunes a viernes de 10 a 12 hs.

Por la tarde, estaba Alfredo Della Savia. Los sábados por la mañana, el ingeniero Fischer evacuaba las consultas. Este cambio fue solo uno de los muchos que tuvieron lugar ese año, buscando darle a la creciente asociación una vida orgánica más eficiente. En octubre, por ejemplo, se trasladas las reuniones para maestros scouts y ayudantes desde la sede de la Acción Católica Argentina a Maipú 820, una dependencia de Cardenal Ferrari. De ese modo, el Centro de Maestroscouts comenzó a tener vuelo propio e influyó en forma notable en el intercambio de experiencias y en el espíritu de camaradería que, por entonces, había entre los dirigentes de diferentes agrupaciones.

En junio, poco más de un año después de la fundación, la Primera Junta Ejecutiva de la USCA fue nombrada por el Cardenal Copello. Pero había sido Meinvielle quien había escogido los nombres que le darían forma a su proyecto. Los diarios de la época, La Prensa, La Nación y La Razón recogieron el acontecimiento. El padre Julio buscó a algunos notables de su época para que le dieran entidad a la nueva asociación. Había entre ellos cuatro respetados hombres de armas, cuatro importantes sacerdotes y el resto eran personas de influencia y posición. Con el tiempo la junta se iría formando con aquellos que trabajaban a favor del movimiento scout. Pero en aquella primera nómina, Meinvielle buscó darle fuerza a una asociación que apenas había nacido. […]

1938 había sido un año extraordinario en varios aspectos. En primer lugar, la USCA creció a un ritmo frenético y se fundaron muchas agrupaciones, entre ellas, algunas se convertirían en importantes referentes del movimiento. En muchos casos, los primeros maestros scouts de La Salud contribuyeron notablemente al éxito de los nuevos emprendimientos. El 20 de marzo, a poco de haber vuelto de campamento, las Tropas Scouts junto con el Padre Julio asistieron a una ceremonia de promesas en la agrupación Santísimo Sacramento. En varias ocasiones, durante ese año, los scouts de La Salud asistirían con satisfacción a las promesas fundacionales de nuevas agrupaciones. En noviembre, por ejemplo, al mando del ayudante Fernando Casucci, La Salud llegó a la localidad de Guillermo Enrique Hudson, cerca de La Plata, para participar de las primeras promesas de la agrupación Santa María, que llevaría el número 15 en el registro de USCA.

La pujanza de ese año, que se repetiría muchas veces en el futuro, asombró incluso a sus fundadores. Habían comenzado el año con sólo cinco agrupaciones.”[10]

Torneo Anual 1943: Como era costumbre, la competencia tuvo lugar en la Rural y fue el cierre de una semana de variadas actividades. Antes de que comenzaran las pruebas, Meinvielle pronunció unas palabras en las que explica el nombre y los fundamentos de la asociación.”[11]

Por la importancia que tiene este discurso, del 17 de octubre de ese año, lo colocamos íntegro a continuación:

«Queridos scouts católicos:

Con este torneo de agrupaciones que tendrá lugar inmediatamente cierra la Unión Scout Católicos Argentinos su V Semana Scout dedicada al Eminentísimo Cardenal Primado en sus bodas de plata episcopales.

En un gesto altamente generoso S.E. ha donado los dos premios principales que se disputan hoy y que nos obligan a aclamarlo con el cariñoso nombre de cardenal de los scouts. Al amparo de su sagrada púrpura sobre este incipiente movimiento de nuestra patria, nuestro Eminentísimo Cardenal continua la tradición de la jerarquía eclesiástica que ya por los romanos pontífices Benedicto XV, Pío XI y Pío XII gloriosamente reinante, ya por otros príncipes y prelados de la Iglesia, ha bendecido este movimiento.

Me vais a permitir que aproveche la presente ocasión para reafirmar los principios que determinan nuestro movimiento y que están suficientemente encerrados en nuestro nombre de scouts católicos argentinos.

Nos llamamos scouts y aunque pueda parecer inapropiado este vocablo inglés, lo adoptamos por que ha adquirido categoría universal para dar nombre al magnifico movimiento fundado por Baden Powell. Es verdad que la palabra castellana explorador traduce gramaticalmente dicho concepto, pero en nuestro medio se ha usado para caracterizar movimientos, muy respetables sin duda, pero extraños al auténtico scoutismo de Baden Powell, propagando universalmente. Quizás fuera solución emplear como en algunos países de habla española el vocablo castellano scoutismo o esculta que viene del latín y que significa explorador. Pero esta voluntad nuestra de adoptar íntegramente el movimiento de Baden Powell con el sistema de patrullas, la ley Scout, la divisa y especialidades nos obliga a definirnos en el nombre para evitar todo equívoco y nada mejor entonces que adoptar el nombre inconfundible y universal de scouts.

¿En qué consiste el scoutismo? Un ilustre filosofo. Mons. Bruno Solages, rector del Instituto Católico de Tolosa, lo define como una empresa para captar y educar las fuerzas del ensueño que brotan en el niño. El scoutismo es un gran juego, pero para educar por el juego debió primero realizar la educación del juego.

Y siguen las palabras de Mons. Solages:

He aquí por qué fue organizada la vida en las matas, con su ley y su ideal. Fue en parte, tomando el ejemplo de lo que hizo la Iglesia en la Edad media, cuando quiso refrenar el terrible juego de guerra entre los hidalgos de esa época: en aquel entonces fue instituida la caballería, movimiento que puede juzgarse antecesor del scoutismo. Este, en cambio, se inició solo el día en que la vida de la patrulla recibió su ley y los scouts surgieron con la promesa de observarla. Es la ley de la iniciativa y la habilidad: El scout debe estar siempre listo para enfrentar a cada instante, todas las dificultades que puedan surgir en la vida de patrulla. Pero sobre todo es la ley del servir: los scouts se ayudan, se apuntalan, se sostienen mutuamente en la vida emuladora del campamento, ya para armar carpas, ya para buscar leña, ya para preparar la comida o para organizar un adecuado servicio de vigilancia. El verdadero scout nunca se acuesta sin haber practicado por lo menos una buena acción.

Todo el esfuerzo educativo del scoutismo debe, pues, consistir en hacer de la ley de servir, la gran ley del juego, la gran ley de la ciencia del bosque, la gran ley del honor, identificada a tal punto con el scoutismo, que cualquier Scout, llegaría a avergonzarse si ostentara su divisa sin practicar la ley. Por este lado el scoutismo tiende a emparentarse con el espíritu de caballería.

He aquí la razón por la cual el scoutismo, con toda facilidad, forma jefes aun cuando este no sea su objetivo principal. Quien es leal, quien sabe salir de un apuro, quien está siempre listo para servir, reúne las mejores condiciones para asumir responsabilidades, es la persona preparada para el mando, ya que mandar significa ante todo servir. Y en efecto el scoutismo se torna ante todo escuela de jefes debido a que muchos de sus miembros, desde el más subalterno al más graduado ofrece continuas ocasiones para ejercer autoridad. Tan es así, que a los jefes y subjefes de patrulla incumbe siempre, a pesar de su poca edad, una gran parte de la responsabilidad del educador.

El scoutismo es entonces un movimiento con valor propio que quiere contribuir a la educación del muchacho utilizando y disciplinando su vida de ensueño, de aventura, y su espíritu de barra en un gran juego. El scoutismo no puede entonces substituirse por ejercicios regimentados o no puede convertirse en un exhibicionismo de pequeños soldados: porque aunque utilice recursos gimnásticos, militares o campistas, los armoniza para un fin superior de educación, que complementa la obra educativa del hogar, de la escuela y de la parroquia, para que el niño jugando adquiera el hábito de estar listo para servir a Dios, a la Iglesia y a la Patria y de servir al prójimo en toda circunstancia.

Esto es el scoutismo y por esto nosotros somos y nos queremos llamar scouts. Pero scouts católicos. Por eso sostenemos que el programa Scout no puede cumplirse sin deformaciones sino lo penetra íntima y profundamente el espíritu sobrenatural de la Iglesia. De aquí que sostengamos como condición necesaria de una agrupación Scout que tenga un padre capellán que sea en ella como la garantía de la vida religiosa y moral, que el maestro scout y sus ayudantes sean católicos prácticos, preferentemente socios de la Acción Católica, con alma de apóstoles, que el jefe de patrulla posea sentido de su misión de apóstol entre los scouts de su patrulla. En suma, que Jesucristo nuestro Señor sea en verdad reconocido, amado y vivido como el Gran Jefe de los scouts.

Repudiamos entonces el scoutismo laico que se fundó hace treinta años para alejar del cumplimento del precepto dominical a nuestros muchachos, y que ahora ante el fracaso evidente del laicismo organiza Misas de campaña, bendiciones de bandera y busca para ampararse el acercamiento de agrupaciones católicas. No. En nuestro país católico, el scoutismo de nuestros muchachos católicos debe estar profundamente penetrado por el espíritu sobrenatural de la Iglesia Católica. Si no fuera así lo repudiamos con todas las fuerzas de nuestra alma.

Por fin, somos scouts católicos argentinos. Es decir, que en este movimiento universal que es el scoutismo y que nosotros queremos vivir como católicos, queremos también vivirlo como argentinos. Y en esta palabra argentinos, no encerramos un concepto sentimental sino un contenido profundamente identificado con el destino del país, que es una unidad económica, cultural y espiritual, soberana, dueña de su propio destino, entroncada en la tradición hispánica, y con vocación de singular grandeza entre los pueblos hermanos de América.

Cada scout católico hace suyas en este momento solemne de la patria las palabras del gran capitán del ejército de los Andes: “Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar, cuando se acaben los vestidos nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajen nuestras mujeres, y sino andaremos desnudos como nuestros paisanos los indios. Somos libres y lo demás no importa”.

Queridos scouts católicos argentinos: Vivid en vuestras agrupaciones el ideal preconizado por la Unión Scouts Católicos Argentinos. La Iglesia y la Patria necesitan varones esforzados, leales, fuertes, veraces, puros, que por su espíritu de iniciativa, de trabajo, de colaboración, sean jefes... Jefes que guíen a sus hermanos en la pista de la vida presente, haciendo amable y hermosa la convivencia humana, cualquiera sea la vocación de cada uno de los destinos de la Patria... Jefes que a través de la vida presente con el ejemplo de una vida cristiana, hondamente vivida, con la protección de Nuestra Señora de los Scouts, guíen a sus hermanos, en la pista que conduce al campamento de Nuestro Gran Jefe, Cristo Jesús.

Julio R. Meinvielle»[12]


“Para Meinvielle y para la agrupación, las fechas y los símbolos patrios tenían un alto significado cívico y no pasaron nunca inadvertidos. A decir verdad, buena parte de la formación que La Salud brindaba a través del método scout estaba dirigida a resaltar los valores nacionales y el amor a la patria. Pero ese año de 1944, que resultó particularmente pujante, fue celebrado el 25 de mayo con un júbilo que no se veía en Versailles desde la inauguración del mástil en 1937. ‘Por la mañana se reunieron en la plaza los alumnos de diez escuelas que escucharon Misa de campaña, habiéndose izado previamente el pabellón nacional por dos scouts de nuestra agrupación’ dice la crónica del número 83 de la revista Vida Scout. Los festejos continuaron por la tarde, cuando desde la sede de la agrupación ‘partimos al compás de los tambores y clarines rumbo a la plaza donde realizamos una demostración técnica.’”[13]

‘Terminada la demostración técnica vino la jura de la bandera por los 155 scouts de nuestra agrupación.’ Esa era, sin duda, otra de las tradiciones de la agrupación y una ocasión solemne para todos sus miembros. Más que eso, era el centro mismo del acto con que se celebraba el 25 de mayo. ‘Finalizó el acto cuando al toque de un clarinetazo de atención tocado en tal forma que dejó a todos inmóviles (tocado por Juan Carlos Cuello), se deba orden de arriar la bandera.’[14]

“Cuando llegó a su fin 1944, la agrupación Nº 1, Nuestra Señora de la Salud se hallaba en el pico más alto de toda su historia. Tanto por cantidad de miembros, cuanto por la calidad de las prácticas, el empuje de sus integrantes y desde luego, los resultados. […]

De sus filas había surgido una legión de maestros scouts fundadores de nuevas agrupaciones […], que comenzaban a irradiarse ya a todo el país.

Pero lo más importante había sido el destacadísimo papel que la agrupación había jugado en la fundación misma de la USCA, aportando a la asociación su uniforme, sus métodos y sus símbolos, como queda perfectamente documentado por las publicaciones de los Scouts Católicos de Baden Powell de 1935.

Había por entonces más de cincuenta agrupaciones en USCA y muchas otras en los Boys Scouts Argentinos. Cada una con su historia, sus logros y sus frustraciones. Pero entre ellas, sin duda, La Salud ocupaba un lugar excepcional.

Versailles, cuna del scoutismo católico argentino, fue testigo del celo de Meinvielle y de esas generaciones de scouts que escribieron las primeras páginas de una historia que no tiene fin.”[15]

Para concluir la labor del padre Julio en el scoutismo de la USCA, no podemos dejar de mencionar una anécdota que trae a colación el p. Buela: “Con malas artes, cierta persona buscó y logró desplazarlo de la Asesoría Nacional de la Unión de Scouts Católicos Argentinos. Los dejó hacer sin oponer resistencia. Años después defendió con bríos a ese eclesiástico y le ayudó en alguna empresa difícil. Perdonaba de verdad.”[16]

Con claridad meridiana “el Padre Julio Meinvielle ha sido una gracia de Dios para la Argentina, para la Cristiandad y para el mundo. A esa gracia se accede leyendo y estudiando sus libros, lo cual es tarea imprescindible. Los mismos enemigos lo señalan; así como otrora algunos ideólogos abominaban de los que se habían formado leyendo a Chesterton y a Belloc, hoy día, otros ideólogos, enanos intelectuales (a veces de cuerpos golosamente rechonchos) abominan de los que se han formado leyendo –entre otros– a Meinvielle y a Castellani.”[17]

Toca a nosotros, ahora, ser fieles a este legado, profundizando sus obras, estando unidos a Jesucristo y a su única Iglesia y viviendo de acuerdo a la Fe que profesamos.



[1] Sergio F. Tacchella. (2001, junio). Palabras liminares en González Arbas, F. Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[2] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 13). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[3] Sacheri, C. (1974, marzo 7). Prólogo. En Meinvielle, J. (1974). El comunismo en la Revolución Anticristiana. 3º ed. (p. 9). Buenos Aires: Cruz y Fierro Editores.

[4] Buela, C. Julio Meinvielle y las esencias. En Verbo (1978, agosto), 185. Reproducida en Buela, C. (1993). Padre Julio Meinvielle (p. 40). San Rafael: Ediciones del Verbo Encarnado.

[5] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 23-24). Buenos Aires: Imprenta “Profika”. La cita en cursiva y en negrita responde al libro citado.

[6] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 28-29). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[7] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 30). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[8] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 65-66). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[9] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 81). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[10] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 82-84). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[11] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 135). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[12] Meinvielle, J. (1943, octubre 17). En González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 161-165). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[13] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 139). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[14] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 141). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[15] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 148). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[16] Buela, C. (1976, agosto 2). Conferencia pronunciada en la Capilla de “Ntra. Sra. de la Merced”. En Verbo (1979, septiembre), 196. Reproducida en Buela, C. (1993). Padre Julio Meinvielle (p. 26). San Rafael: Ediciones del Verbo Encarnado.

[17] Buela, C. Meinvielle: A diez años de su paso a la Vida. En Verbo (1983, julio), 234. Reproducida en Buela, C. (1993). Padre Julio Meinvielle (p. 44). San Rafael: Ediciones del Verbo Encarnado.