viernes, 1 de agosto de 2025

Oración pidiendo la intercesión del P. Julio Meinvielle

 

(Para la devoción privada)¹


Señor, Dios de los Ejércitos, que has hecho al Padre Julio Ramón Meinvielle sacerdote del Dios Altísimo, y que por amor a la salvación eterna de las almas, ha llegado a realizar numerosas obras, a estudiar y a difundir la verdad en contra de los fautores de herejías; y que le has dado la firmeza para no claudicar frente a los innumerables ataques que ha recibido durante su vida terrena (ataques que continúan incluso hoy, después de su muerte); te pedimos por su intercesión la solidez pétrea de su fe, la certeza inamovible de su esperanza y la caridad ardiente que lo hacía ofrecerse cada día a Dios y al prójimo sin reservas; y que, si es para tu mayor honor y gloria, te dignes que sea elevado a los altares y que, por sus ruegos en el Cielo, nos concedas las gracias que por él te suplicamos...

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.



¹ Mañana, 2 de agosto, se cumplen 52º años del fallecimiento del Padre Julio. Para no dejar pasar este aniversario, hacemos pública esta oración, que hemos ya compuesta hace algún tiempo.

martes, 13 de mayo de 2025

Prólogo: La Psicopolítica, ciencia y arte fundamental del comunismo



         Publicamos en nuestro pequeño blog el prólogo que el P. Julio Meinvielle escribiera en la traducción de este pequeño libro, que el querido amigo Fernando Estrada tradujera.

         Al leer estas páginas es imposible no pensar automáticamente en la gran manipulación que se hizo en el 2020 y en el 2021 en todo el orbe con el llamado "coronavirus" y la supuesta vacunación masiva a la cual sometieron compulsivamente a toda la población. Para que se vea que esto es más actual que nunca.

         La foto de la portada ha sido generosamente concedida por los amigos de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Versailles. Vaya también para ellos nuestro agradecimiento.


KENNETH GOFF

 

PSICOPOLÍTICA

TÉCNICA DEL LAVADO DE CEREBRO

 

PRÓLOGO

 

La Psicopolítica, ciencia y arte fundamental del comunismo

 

El comunismo intenta la creación de un hombre “nuevo”, totalmente nuevo, y diferente de aquel que ha conocido la tradición humana y cristiana de los pueblos. En esa tradición, como he tenido la ocasión de exponerlo en recientes obras, el hombre trabaja para disponer de riquezas que le aseguren el vivir; vive para conseguir un alto enriquecimiento cultural de la vida del pensamiento; piensa, en fin, para acercarse a Dios que es su Principio y Fin. El hombre en definitiva está hecho para contemplar a Dios. Podrá, es cierto, ocuparse de otras muchas actividades, pero sólo en la medida en que le dispongan y preparen para esta su tarea esencial, que es lo único para lo que ha sido creado. El comunismo, en cambio, al suprimir a Dios del horizonte del hombre, sostiene que éste no es sino una herramienta de trabajo, útil en la gran fábrica en que se transforma toda ciudad de hombres. Esta transformación plenaria del concepto del hombre ha de implicar una nueva concepción del universo en el cual todo ha de reducirse a un proceso dialéctico en el sentido hegeliano-marxista. O sea, a un proceso de los seres, del mismo hombre, de los pueblos y de la historia en una lucha incesante, interminable del ser y del no ser, de la mentira, del odio y del crimen. Todo ha de convertirse en Guerra Revolucionaria contra el hombre. Guerra Revolucionaria por la conquista del poder en un pueblo y luego, ya en el poder, Guerra Revolucionaria para convertir al hombre en un mero esclavo de la nueva sociedad revolucionaria. Pero para que la Guerra Revolucionaria sea realmente eficaz no debe actuar desde fuera del hombre sino en el hombre mismo y en su totalidad, alcanzando no sólo al cuerpo, sino también al alma. De aquí que el comunismo preste cada vez mayor atención a la ciencia de la Psicopolítica o ciencia del lavado del cerebro. Cuando se habla de lavado del cerebro, la gente tiende a pensar que éste no se practica sino a escala individual. Por ello preferimos el nombre de Psicopolítica que hace referencia explícita a lo político o colectivo, dimensión en la que de preferencia práctica el comunismo el lavado de cerebro. Es ésta, con toda verdad, la ciencia de la domesticación de los pueblos. Una nueva especie de ciencia arquitectónica que, echando mano de todas las conclusiones de las otras ciencias humanas, en especial de la Psicología y Sociología, trabaja en la elaboración de un nuevo tipo de hombre domesticado. Algo ya ha trascendido a gran público del poderío de esta ciencia con “1984” de Orwell y con “Una nueva visita al hombre feliz”, de Aldous Huxley. Pero como éstos son libros de ficción, el lector puede estar inducido a pensar que, por ahora la práctica de esta formidable ciencia, quedaba limitada al campo de la fantasía. Por esto, se ha hecho urgente y necesario hacer conocer a los lectores de la Argentina el texto comunista de Psicopolítica, tal como ha llegado al mundo occidental. El primer material sobre Psicopolítica fue hecho conocer en los Estados Unidos, en el año 1955 por Charles Stickley y luego en 1956 por Kenneth Goff, quienes hicieron conocer en realidad el mismo texto usado por el poderoso policía de la Unión Soviética Laurenti Beria. La edición que presentamos hoy es el texto de Stickley que concuerda sustancialmente con el de Goff. El lector ha de advertir prontamente que el grandioso progreso operado por las ciencias fisio-psicológicas y psiquiátricas de los últimos cincuenta años ha sido puesta al servicio de esta praxis de transformación de la psiquis humana. Una praxis podríamos decir diabólica de transformación del hombre. Para ello se utilizan no sólo las teorías del psicoanálisis de la escuela freudiana sobre el almacenamiento en el fondo de la conciencia de todo lo que el hombre, aun sin percatarse de ello, recibe a través de los sentidos, sino también las teorías de los reflejos condicionados elaborada en las célebres experiencias de los perros de Pavlov.

Por la práctica de la Psicopolítica pueblos enteros se convierten en laboratorios donde individuos o grupos más o menos grandes de individuos son sometidos con diferentes técnicas a un tratamiento de domesticación, como si fueran vulgares bestias, de las que no se trata sino de lograr el mayor rendimiento con el menor esfuerzo. De esta suerte, ciencias nobilísimas como la política y la economía que hasta aquí eran consideradas como ciencias de valor humano, se convierten en técnicas de domesticación colectiva que no rebasan la esfera de fisiología animal. El hombre no es sino un ser, movido por fieros instintos, cuya manipulación puramente fisiológica ha de resolver en manos de expertos psicopolíticos, los grandes problemas de la conducción de los pueblos. El lector argentino podrá apreciar el valor y la importancia de las páginas que publicamos si tiene en cuenta que en este preciso momento nuestra querida Patria está sometida por Fuerzas ocultas internacionales a la Guerra Revolucionaria comunista. En consecuencia, también en nuestra Patria ha de estar operando febrilmente un grupo de hombres que, dotados de poderosos recursos internacionales, y con todo el atuendo de las Ciencias Psicológicas y Sociológicas novísimas, se proponen la tarea criminal y diabólica de aplicar en nuestros niños, adolescentes, jóvenes y aun en ciertos hombres maduros, colocados en puestos claves de la vida nacional esta ciencia de la domesticación del hombre. Ya llegará el momento de revelar algo en esta materia. Baste por hoy saber que uno de los centros más activos de los visibles lo constituye actualmente el grupo, vastamente ramificado, que se reúne alrededor de los judíos comunistas, el psicólogo Jaime Berstein y el sociólogo Gino Germani de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El autorizado texto de Psicopolítica que por vez primera se publica entre nosotros ha de contribuir a crear conciencia de la terrible peligrosidad del comunismo.

 

 

 

 

            Pbro. Dr. Julio Meinvielle, Buenos Aires, fiesta de Reyes de 1963

domingo, 22 de diciembre de 2024

Predicar y morir por Cristo Rey

 


Hoy, domingo 22 de diciembre, se cumplen 50 años del martirio de Carlos Alberto Sacheri.

Frente a un mundo mediocre, que se esfuerza por poner de ejemplo a gente sin valía, el Señor ha bendecido a La Argentina con la sangre de los mártires Jordán Bruno Genta, Raúl Amelong y Carlos Alberto Sacheri. Su martirio tiene como finalidad, en la actualidad, el que podamos vencer el espíritu de la época mediocre presente y vivamos solo para que Cristo reine.

Recordemos que el martirio no se improvisa. Tengamos presente que Sacheri siempre vivió su vida dando lo mejor de sí. Y que amó nuestra patria, y que quiso venir a sufrir por ella cuando podría haberse quedado cómodo en Canadá o Europa… Rechazó todas las ofertas. Porque amar la patria terrena es abrirse a la celestial.

Sin duda, el ejemplo de su maestro lo animó. P. Julio Meinvielle no solo le enseñó a pensar sino que le dio ejemplo sacerdotal que la vida cristiana ha de producir el ciento por uno. Tantas veces perseguido, silenciado y calumniado; otros tantos intentado ser asesinado… Pero nada hizo callar al “párroco de la Argentina”, “el teólogo de la Cristiandad”, “al teólogo de la Argentina”. Porque solo es real la fe que se hace vida, el verbo (Verbo) que se hace carne.

Meinvielle le dio ejemplo que si hubiese uno, ya vale la pena. Por Carlos, el P. Julio siguió sus clases de la Summa Theologiae de Santo Tomás. Solo por Carlos. ¡Qué sacerdocio fecundo! Frente a la herejía actual del número, prefirió el P. Meinvielle la calidad. ¡Y qué calidad! ¡Qué tiempo mejor aprovechado! Sin lugar a dudas, el mejor discípulo suyo fue el mártir Sacheri.

De modo semejante, Carlos no dejaría en el futuro de aprovechar cualquier oportunidad para hablar… Aunque sea uno solo… Como habían hecho con él…

Frente a numerosos discípulos que traicionaron a su maestro, Carlos siguió la mejor senda: la estrecha, la que conduce a la vida eterna.

Tampoco Sacheri dejaría de dar testimonio… Aunque fuera él solo, y la realidad fuera espinosa… Tal como firmó solamente él la carta dirigida a los Obispos, advirtiendo de la intromisión del clero tercermundista en la Argentina; carta que luego fue colocada en “La Iglesia clandestina”, y que, seguramente, fue la causa de su muerte.

Padre fecundo e intelectual combatiente, que vio la muerte y la aceptó como su destino más probable, nos enseña a nosotros a despertarnos de nuestro letargo y a dar el mejor testimonio, sin miedo a nada ni a nadie.

Argentina ha sido, por gracia de Dios, regada con la sangre de los mártires, iluminada por la sabiduría sobrenatural de los santos, ejemplificada por la gallardía de los héroes, enseñada por la doctrina de los sabios… Todo esto es el nacionalismo argentino: sin mérito de nuestra parte, tenemos mártires, santos, héroes y sabios.

No dejemos que esta hermosa herencia caiga en saco roto. Despreciemos la iglesia de la publicidad (que siempre será clandestina) y sus ejemplos mediocres y/o revolucionarios; y abracémonos a la Iglesia de Cristo, que es el mismo hoy, ayer y para siempre.

jueves, 12 de septiembre de 2024

¡Fuera Satanás!

 

Vademécum del Católico Fiel - Conferencias del Padre Julio Meinvielle


La obra que en estos momentos es editada en San Fernando, Chile, nos recuerda la importancia de mantener íntegra la Fe católica, sin la contaminación de las ideas imperantes del mundo moderno.

Consta de dos partes. La primera contiene el Vademécum del Católico Fiel. Esta primera parte es presentada por el P. Rubén Eduardo Martínez Cordero (de Ecuador) y por el P. Juan Razo García (de México). En él un grupo de Pastores firmaron un documento recordando algunos puntos de la doctrina católica que parecían especialmente amenazados por algunas corrientes teológicas. Muchos de los problemas ya dilucidados en la época son iguales a los que sufren muchos fieles católicos en distintas partes… El documento está firmado en la fiesta de Cristo Rey de 1968, aunque en sucesivas ediciones fue firmado por otros sacerdotes: algunos han adherido con su firma y otros 400 firmaron bajo secreto “recelando represalias de sus superiores” (p. 52). Como se ve, nihil novum sub sole.

En el texto se destaca la aprobación del Card. Antonio Bacci, de Mons. Marcel Lefebvre y de Mons. Léon-Adolphe Messmer (Obispo de Ambanja, Madagascar).

Uno de los firmantes del texto en cuestión fue el Padre Julio Meinvielle, eminente sacerdote argentino, de quien se conocen casi sus obras principales, pero sus numerosos opúsculos son casi ignorados por la inmensa mayoría. En la segunda parte de la obra se publican algunas de esas últimas conferencias. Con introducción de Mons. Athanasius Schneider, de Mons. Héctor Aguer, del Dr. Antonio Caponnetto, y de quien suscribe, se da publicidad a cuatro artículos: “La Iglesia en la actualidad”, de 1968; “La política actual en torno a la idea de Cristiandad”, de 1972; “Cristianismo y comunismo”, de 1972; y un escrito hasta ahora inédito “El enemigo de la Iglesia”, de 1973. Este último texto es publicado gracias a la generosidad del Círculo de Formación San Bernardo, quien, a través de la Lic. María Virginia Olivera de Gristelli, han tenido la amabilidad de compartirlo. El texto “Cristianismo y comunismo” fue aportado por el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, de la Ciudad de Buenos Aires.

Las fotos que acompañan la obra donde aparece el Padre Meinvielle pertenecen a la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Versailles, donde el mencionado sacerdote fue el primer párroco. Las fotos de la escultura son de la pieza tallada por el escultor Roppo Marsch, de Coronel Suárez (Buenos Aires).

La obra original fue editada por la Editorial Fides et Opera, de Chile. Pero será reeditada por Santiago Apóstol, en Argentina; y por Edimaux (Editorial María Auxiliadora), de México. Quiera Dios que pueda reeditarse en otros países. Para ello, contactarse con el editor, Ángelo Guíñez Jarpa, al mail editorialfidesetopera@gmail.com.

Si alguno desea más información acerca del libro, recomendamos ver el programa del Sr. Luis Román, donde entrevista a algunos de los responsables de la obra.

Que el Señor recompense a todos aquellos que han contribuido a que esta obra sea ahora publicada y difundida. Que no dejemos de empuñar las armas espirituales de la verdad católica contra la confusión hodierna.

viernes, 14 de junio de 2024

Elogio del Maestro Cristiano

 

Discurso de acción de gracias de San Gregorio Taumaturgo dirigido a Orígenes, después de asistir a sus lecciones durante muchos años, pronunciado en Cesarea de Palestina, cuando iba a marchar para su patria[1]

 

“Me propongo, en efecto, hablar de un hombre que parece y aparece realmente como un hombre; mas para quienes son capaces de contemplar la grandeza de su espíritu, hombre dotado ya de dotes superiores que lo acercan a la divinidad.”

“Ahora tengo que recordar lo que hay de más divino en este hombre, lo que en él hay de emparentado con Dios, encerrado, desde luego, en la apariencia mortal, pero que tiende con la mayor violencia a asemejarse a Dios; ahora tengo que tocar de un modo u otro cosas superiores, y dar por ello gracias a la divinidad de que me hiciera merced de encontrarme con hombre tal, contra toda esperanza de hombres, de los otros y de mí mismo, que jamás me propuse ni soñé cosa semejante.”

“También nos hincó el aguijón de la amistad, y no un aguijón fácil de arrancar, sino agudo y eficacacísimo, el de su propia destreza y buena voluntad, que nos parecía patente en sus propias palabras cuando hablaba y conversaba con nosotros. Y es así que no trataba de envolvernos vanamente con sus discursos, sino de salvarnos con hábil, humana y bondadosísima intención, y de hacernos partícipes de los bienes de la filosofía, y señaladamente de aquellos otros de que a él solo, con ventaja sobre muchos y tal vez sobre todos los hombres que hoy viven, le hizo merced la divinidad: el maestro de la piedad, la palabra saludable, que a muchos llega y subyuga a todos los que llega… Así, pues, como una centella, caída en medio de nuestra alma, se encendió e inflamó el amor al Logos mismo sagrado y amabilísimo, que, por su inefable hermosura, lo atrae todo, y el amor a este hombre amigo e intérprete suyo.

Herido yo principalmente de este amor, me decidí a renunciar a todo lo que parecía atraerme, cosas y estudios, entre ellos los de mis hermosas leyes, así como a mi patria y parientes, a los que aquí estaban y a los que dejé en mi viaje. Sólo una cosa me era ya cara y amada, la filosofía, y este hombre divino, maestro de ella. Y se pegó el alma de Jonatás a David (1 Rey. 18, 1).”

“A estilo muy socrático nos impresionaba a veces, y otras nos derribaba al suelo con su discurso, si alguna vez nos veía de todo punto desenfrenados, como caballos salvajes que saltábamos fuera del camino y corríamos desbocados de acá para allá, hasta que, con persuasión y fuerza, como por un freno, que es la palabra de nuestra boca, con él nos sujetaba y apaciguaba. La cosa no fue fácil ni sin dolor al principio, pues dirigía sus discursos a quienes no estaban aún acostumbrados ni ejercitados en seguir la razón; pero, a la postre, nos purificaba.”

“Educaba racionalmente aquella parte de nuestra alma, a la que atañe juzgar sobre dicciones y razones; no según los juicios de los buenos retóricos u oradores, sobre si la dicción es helénica o bárbara; ésa es enseñanza mínima e innecesaria.”

“Pero nos inculcaba sobre todo lo que es culminación de todas las cosas, lo que constituye el blanco a que apunta todo el trabajo de la casta de los filósofos, que, como de plantación varia, que son las otras disciplinas todas y el largo estudio de la filosofía, recoge los buenos frutos de las divinas virtudes morales, de las que nace la disposición tranquila y constante de las mociones del alma. Así se esforzaba por hacernos insensibles al dolor e indiferentes a los males todos, disciplinados y constantes y semejantes a Dios y realmente bienaventurados.”

“Éste [el Maestro Orígenes]… no se contentaba con explicarnos con sus palabras la teoría de las virtudes, sino que nos exhortaba también a su práctica, y nos exhortaba más con su ejemplo que con sus palabras.”

“Este… fue el primero que me exhortó con sus palabras, pero a la exhortación de palabra había precedido la de los hechos… Yo quería decir que de sí mismo sacaba un ejemplar del sabio; pero nuestro discurso prometió desde el comienzo decir verdad, y no pompa o afectación; por eso no hablo aún de ejemplar de sabio, por más que lo quisiera decir y es verdad… A las obras encaminaba también los discursos, y no pequeña parte de la virtud y hasta, si lo comprendimos bien, tal vez la virtud entera poníala en la teoría o contemplación misma; pero también forzaba, si cabe decirlo así, a obrar rectamente, a obrar justamente por la acción propia del alma que nos persuadió a seguir.”

“Así nos educaba, forzándonos, si cabe así decirlo, a practicar la justicia. Y no menos a ser también prudentes, por la concentración del alma en sí misma y por la voluntad y empeño de conocernos a nosotros mismos; obra ésta óptima de la filosofía, que se atribuye, como imperativo sapientísimo, al más adivino de los démones: Conócete a ti mismo. Y que esto sea realmente la obra de la prudencia y ésta sea la prudencia divina, bellamente lo dicen los antiguos; la misma dicen ser la virtud de Dios y del hombre, dado que el alma se ejercite en mirarse a sí misma como en un espejo y reflejar la mente divina en sí misma, si se ha hecho digna de esta comunión y sigue el rastro de cierto camino, misterioso para ella, de esta divinización.”

“La piedad… dicen –y dicen bien– ser madre de las virtudes. Esta es, en efecto, principio y fin de todas ellas, y, partiendo de ésta, con la mayor facilidad adquiriríamos todas las otras. Si deseamos y tenemos empeño en poseer para nosotros mismos lo mismo que todo hombre que no sea un ateo y voluptuoso debe ser: amigo y abogado de Dios, trabajemos por adquirir las otras virtudes.”

“Todo lo que de provechoso y verdadero hallaba en cada filósofo, lo recogía y nos lo exponía; pero sabía deslindar todo lo falso; sobre todo lo que atañía a la piedad de los hombres.”

“Sobre esto nos aconsejaba no prestar atención a nadie, por más que fuera por todos los hombres celebrado como sapientísimo, sino a solo Dios y a sus profetas. El mismo nos interpretaba y esclarecía cuanto de oscuro y enigmático se nos ofrecía, como se da frecuentemente en las sagradas letras… Como quiera que sea, si se trataba de enigmas, él los aclaraba y sacaba a la luz, por ser oyente fuerte e inteligentísimo de Dios... Es así que el autor de todas las cosas, el mismo que habla a los profetas amigos de Dios y les inspira toda profecía y discurso místico y divino, honrándolo a él por modo igual, lo constituyó intérprete de aquellos oráculos.”

“Él era realmente para nosotros un paraíso, imitación del gran paraíso de Dios, en que no teníamos que cultivar esta tierra de abajo ni alimentar nuestros cuerpos para engordar, sino sólo acrecentar, con alegría y placer, las excelencias de nuestra alma, plantándonos nosotros mismos como árboles hermosos o plantados para nosotros por el que es autor de todas las cosas.”

“¡Qué hermosamente vivía oyendo, en silencio, la palabra de mi maestro! Así debiera haber aprendido a callar también ahora, y no dar el extraño espectáculo de convertir en oyente a mi maestro.”

“¿A qué me lamento de este modo [ante la partida]? Está el salvador de todos, que recoge también y cura a los que están medio muertos y a todos los que han caído en manos de bandoleros, el Verbo, custodio vigilante de todos los hombres. Tenemos también las semillas, tanto las que tú nos hiciste ver que ya teníamos como las que de ti recibimos, que son los hermosos consejos, con que nos marchamos, llorando, desde luego, como quienes parten de viaje, pero llevando con nosotros esas semillas (cf. Ps. 125, 6).”

“Tú, cara cabeza, levántate y, después de orar, despídenos ya, y, pues me has salvado, presente, con tus sagradas enseñanzas, sálvame también, partido, con tus oraciones. Y entréganos y encomiéndanos; pero más bien entréganos al Dios que nos trajo a tu lado; dale gracias por nosotros por sus beneficios pasados y ruégale, para lo por venir, que nos asista en todo momento, inspire a nuestra mente sus mandamientos y nos infunda su divino temor, que será nuestro mejor pedagogo, pues no le obedeceremos, salidos de aquí, con la misma libertad que a tu lado. Ruégale nos conceda algún consuelo por esta separación tuya, y nos mande un compañero bueno, el ángel caminante. Pídele que nos haga volver y nos conduzca de nuevo a tu lado, y éste será nuestro mayor consuelo.”



[1] Extracto tomado de: Apéndices – I, en Orígenes, Contra Celso, BAC, Madrid, 1967, 587-615 [Trad.: Daniel Ruiz Bueno].

miércoles, 5 de junio de 2024

Cultura y Educación

 


Pbro. Dr. Julio Ramón Meinvielle[1]

 

La cultura es un estado de perfección en la línea humana del saber, del obrar y del hacer; comporta madurez. Madurez de las facultades que sólo se alcanzan cuando sus virtualidades operativas se han convertido en hábitos. Los hábitos –cosa muy distinta de costumbres o rutinas que son mera mecánica–, son una fuente de valores vitales, cuyo enriquecimiento se acrecienta con su uso, siempre que sea éste también vital.

La cultura –para merecer el nombre de tal, es decir madurez del espíritu– debe dar frutos que procedan de las fuentes vitales del hombre. Pero, para que ello así acontezca, es necesario que esas fuentes hayan sido previamente enriquecidas desde fuera. Enriquecidas vitalmente, esto es, no por una mera ingestión de conocimientos sino por una comunicación tal que, después de haber sido ellos asimilados multipliquen las fuerzas originarias y las hagan capaces de energías inéditas.

La formación cultural exige una comunicación de espíritus, una coincidencia y encuentro de vidas; porque el saber profundo, vital, es aquel que, para su aparición, ha tocado aquél punto de engarce del alma con sus facultades de donde surge la concepción unitaria de la vida; en último análisis, es una comunicación de vitalidad social. Por esto es tan fuerte y tan ineludible el poder de un medio social. Impregna a los individuos, por todo cuanto les ha comunicado en la modalidad y en la substancia de los conceptos, de los afectos, de las percepciones, para recibir luego de ellos, lo que, en cierto modo, les ha dado. Si alguien, viniendo de otro predio, quisiera permanecer impermeable a las influencias del nuevo medio, tendría que aislarse totalmente; y si, en cambio, quisiera influir sobre él y modificarlo, tendría para ello que transmitirle su propia vitalidad, a través de las condiciones y características de ese mismo medio. Lo cierto es, que no se opera comunicación de almas sino a través de una comunidad vital, de una coincidencia común. Por ello, el lenguaje que es el vehículo de comunicación está tan cargado de cambiante vivencia social.

La cultura es necesariamente vitalista. Y por lo mismo ha de serlo la educación que no es sino la información de la cultura, en sujetos capaces de adquirirla. Si la cultura comporta madurez, la educación supone crecimiento y un moverse de la imperfección a la perfección de la cultura. La educación es, entonces, también necesariamente vitalista.

Si se examinara con detención, la ineficacia y el fracaso de pedagogías y de pedagogos, dotados de excelentes doctrinas, de buenos propósitos, de ingeniosos métodos, llegaríamos a la conclusión de que en la falta de conexión con lo vital radica la causa de tales fracasos.

La orfandad de historicidad, he ahí el mal de muchas pedagogías en las que se respetan los valores eternos del hombre, su metafísica y su teología.

Porque es cierto que el hombre no es pura movilidad. Que es una esencia con un destino y que, en definitiva, toda la tarea educativa debe terminar en un gran éxito de los valores permanentes, de su eternidad. Pero allí está precisamente la cuestión; que la pedagogía es la conducción de alguien que se mueve en el tiempo, y a través del tiempo y anda sumergido en el tiempo. Y nada le llega al hombre que no sea envuelto en el tiempo. Luego, lo eterno le llega a través del tiempo. Pretender que lo eterno le llegue a través de lo eterno, es pretender que no le llegue; pretender que le llegue a través de lo anacrónico, es pretender asimismo que no le llegue. Un saber, un obrar y un hacer ahistóricos son la negación de la pedagogía.

***

Estas reflexiones se le hacen a uno presentes cuando advierte el magnífico despertar a realidades más hondas que se obra en las nuevas generaciones. Hay un tomar conciencia del destino del hombre, del hombre-individuo, del hombre-familia, del hombre-nación, del hombre-humanidad. Hay sobre todo un fuerte y nuevo sentido de la responsabilidad por el niño, el adolescente y el joven de hoy, que serán el hombre de mañana. Y para educarlos se piensa restaurar los valores permanentes de la metafísica y de la teología, volver a la frecuentación de Aristóteles, Santo Tomás y los clásicos y hacer resurgir el sentido heroico de la vida.

Todo ello es exactísimo. Pero si no se dice ni se hace más que esto, se incurre en un gravísimo peligro que, por resultancia, va a poner en peligro, este magnífico intento de restauración de los valores permanentes.

Porque si presentamos esta restauración como una cosa en sí que ha de suplir todo un modo de vida irremediablemente execrable, y no abrimos, en cambio, el ancho y nuevo panorama de las conquistas reales de la vida moderna, y sobre todo su incontenible dinamismo, que, aún para continuar existiendo, exigen y claman por su integración en aquellos valores permanentes, nos exponemos a fracasar, por no haber sabido superar el reaccionismo.

He aquí lo que se debe denunciar seriamente, en estos momentos, en que se trata de imprimir una nueva orientación a la enseñanza primaria, media y superior del país. Pudiera percibirse en la adopción de algunas medidas a criterios, en la designación de catedráticos, en los tópicos y tono de algunos discursos, aun de los pronunciados recientemente en la inauguración de la Escuela Superior del Magisterio, en el Luna Park, un poner el acento en la vuelta o valores del pasado.

Grave peligro. Se olvida que si la metafísica y la teología han de prender en lo social del hombre moderno, si han de morder en su alma, ha de ser por VÍA CULTURAL; es decir, como algo reclamado por sus actuales condiciones existenciales, por su actual historicidad.

Esta es la gran tarea de pensadores y dirigentes. Presentar los valores eternos como solución no meramente abstracta sino vital de las angustias del desgarrado hombre moderno.



[1] Nuestro Tiempo, Nº 7 (11 de agosto de 1944), pag. 4-5. La foto de portada fue generosamente cedida por la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Versailles, donde el Padre Julio fue párroco y fundó el Ateneo Popular de Versailles.

martes, 21 de mayo de 2024

Julio Meinvielle y sus estudios sobre el marxismo

 


Oscar H. Travaglino

 

La personalidad intelectual de mi maestro Julio Meinvielle no necesita ser presentada al lector de esta hoja. Su obra no sólo es conocida en nuestro país sino que, además, trascendiente el ámbito del pensamiento hispanoamericano contemporáneo y sus límites geográficos, ha suscitado el interés de la inteligencia europea. Así –para ejemplificar lo afirmado– debe mencionarse que su De Lamennais a Maritain, traducido al francés por Hervé Le Lay, fue editado en París, en el año 1956, por el equipo de La Cité Catholique  y que la Enciclopedia Filosófica, publicada en Italia por el Centro di Studio Filosofici di Gallarate (Venezia-Roma, Istituto per la collaborazione culturale, 1957/58), le ha dedicado un artículo en el que se observa que “Il principale contributo filosófico del M. e in campo político, e nei fondamenti metafisici della dottrina politica.” (Tomo III, art. Meinvielle, Julio, págs. 478 s.).

Si bien es cierto que su prestigio viene de muchos años atrás –tal vez desde cuando en la revista Criterio hiciera una aguda crítica a la teoría política de Leopoldo Lugones– sin embargo es preciso considerar que sus actuales conferencias y publicaciones sobre el marxismo han contribuido a incrementarlo entre los estudiosos, y sus trabajos son hoy seguidos aún por el lector no especializado en cuestiones filosóficas al cual preocupa, no obstante, la crisis y el destino de nuestro ser nacional y de la cultura de Occidente.

A sus estudios de teoría política y económica y a sus obras sobre la filosofía social-política de Jacques Maritain y el problema teológico del ser histórico del judío, Meinvielle agrega ahora un libro que constituye serio aporte a la historiografía marxista: El poder destructivo de la dialéctica comunista. (Buenos Aires, Theoria, Biblioteca de Ensayistas Contemporáneos, 1962).

En este libro el autor se ha propuesto “determinar en qué consiste la esencia del comunismo inventado por Marx en el siglo pasado” y coloca en “la dialéctica el corazón mismo del consumismo, pero no en la dialéctica pura, operando el vacío, sino en la dialéctica penetrando en las dimensiones constitutivas del hombre”. A su vez, para Meinvielle, esta penetración antropológica de la dialéctica antropológica de la dialéctica revolucionaria obliga, si se quiere lograr una visión totalizadora del comunismo, a “mantener en adecuado equilibrio, tres ideas fundamentales: la de la dialéctica, la de alienaciones y la de trabajo como constitutivo del equilibrio en trabajos, por otros motivos excelentes, que han precedido al suyo. En efecto, mientras Jean Ivez Calvez (La pensé de Karl Marx, París, ed. du Seuil, 1956) destaca con prolijo rigor el examen de las alienaciones no hace lo mismo con la dialéctica. Por otra parte, Jean Ousset (El Marxismo Leninismo, Buenos Aires, La Ciudad Católica, 1961) y Mac Fadden (La filosofía del comunismo, Valladolid, Cever-Cuesta, 1961) puntualizan la importancia de la dialéctica pero aminoran la relevancia de las alienaciones, Meinvielle, por su parte, ha conseguido un equilibrio cabal entre estas tres categorías “que recíprocamente se solicitan y complementan en la esencia del comunismo”.

En base a esta perspectiva totalizadora del marxismo como teoría y praxis revolucionaria el autor desarrolla críticamente el estudio de la dialéctica (Capítulos I-III), las alienaciones (económica, social, política, filosófica y religiosa) y la alienación fundamental del trabajo (Capítulo IV-V y VII) y la economía dialéctica de Marx (Cap. VI).

Es necesario ponderar como Meinvielle subraya que la potencia destructora de la dialéctica radica en el hecho de que asume una regresión hacia la nada, originada por el olvido de la noción metafísica del ser como un todo unívoco en el que se identifica su plenitud con la nada absoluta. Un análisis aparte merecería la exégesis que realiza (págs. 147 ss.), del clásico texto aristotélico de la Ethica Nicomachea (112b, 21-1134a, 16) – sobre el valor de uso y el valor de cambio de las cosas – en la que demuestra los equívocos de la exégesis marxista y reivindica la efectuada por Tomás de Aquino (In X Libros Ethicorum Expositio). El carácter de este periódico no me permite una detenida exposición de la exégesis de Meinvielle y de todo su libro; dejo empero consignada su importancia.

Asimismo tienen especial significación en sus estudios sobre el marxismo, las conferencias que viene pronunciando sobre la guerra revolucionaria en nuestro país. En ellas se hace de manifiesto en forma decisiva el poder destructivo de la dialéctica comunista. Esta otra faz del oficio intelectual de Meinvielle que emerge desde nuestra concreta circunstancia argentina, se postula como un testimonio intelectual comprometido o –si se prefiere el vocablo que Américo Castro propuso para llevar al castellano el sentido del engagement francés– una inteligencia arriesgada y, en el caso de Meinvielle, hechos recientes verifican que tal calificación no es metafórica.

 

 

Segunda República, 27 de marzo de 1963, Año III, Nº 47, 4.