lunes, 28 de mayo de 2018

CARTA ABIERTA A LOS DIPUTADOS DE LA NACIÓN ARGENTINA CON OCASIÓN DEL PROYECTO DE LEY PARA LEGALIZAR EL ABORTO



Col. Veinticinco de Mayo (La Pampa), 28 de mayo de 2018

Sr./a Diputado/a de la Nación Argentina
De mi mayor consideración:
Me dirijo a Ud. en mi calidad de ciudadano argentino y católico con ocasión del mal llamado debate por la despenalización de la interrupción del embarazo, eufemismo utilizado para legitimar el crimen del aborto.
Jamás será lícito asesinar a un inocente. No puede haber ninguna causal que lo legitime. Ninguna autoridad humana puede arrogarse el derecho a eliminarlos. Legal o ilegal, el aborto mata igual. Y elimina la vida por la parte más vulnerable, a la cual ni siquiera conceden el derecho a defenderse.
Sabemos las falacias que están detrás de este genocidio sistemático y planificado por los que ganan muchísimo dinero con este abominable crimen. Recordemos algunos de sus sofismas:
·               El aborto no es una interrupción del embarazo, porque lo que se interrumpe puede más tarde continuar su desarrollo natural. En este caso, es imposible que la vida humana vuelva a crecer para terminar su proceso.
·               El aborto no es un derecho que debe aprobarse para que mueran menos mujeres. Es falso que existan tantas muertes maternas por embarazos. Lo real es que en el aborto queda un niño muerto y una mujer destrozada psicológicamente, que tarde o temprano sufrirá las consecuencias de haber cooperado a eliminar a su propio hijo.
·               Es falso que hay que aprobar la supuesta interrupción del embarazo para dar lugar a los reclamos por los derechos humanos. La libertad no es el máximo criterio para decidir el destino de las personas. La libertad debe necesariamente estar de acuerdo con la verdad de la realidad. Caso contrario, cualquier genocidio puede justificarse, como ha sucedido de hecho históricamente con los totalitarismos, tales como el nazismo y el comunismo.
·               Es falso que la defensa de la vida desde la concepción es una cuestión religiosa. La ciencia médica, en todas sus ramas, confirma que en la unión de dos células sexuales, masculina y femenina, se forma un nuevo huevo o cigoto que no tiene la información genética ni del padre ni de la madre, sino única y exclusiva de ese nuevo ser; y que además comienza a autorreplicarse por sí mismo. Sólo necesita un medio adecuado para terminar su desarrollo, del mismo modo que los seres humanos ya nacidos necesitamos determinadas condiciones (clima, oxígeno, alimentación, etc.) para subsistir.
Por todas estas razones nos oponemos a este crimen sistemático. Nuestra oposición no es sólo a los medios más espeluznantes, tales como los mecánicos, en los cuales los fetos son desmembrados vivos, o quemados con ácido en el útero materno. Nuestro rechazo incluso se extiende a todos los abortos químicos, que bajo el pretexto de “salud materna y reproductiva”, reparten pastillas antiimplantatorias, impidiendo que el cigoto se implante en el cuerpo de la mujer. Estos esquemas lo único que fomentan es la promiscuidad y un amor vacío de contenido.
Nuestra objeción se extiende además a la llamada “educación sexual” (ESI por sus siglas). Estos programas sólo logran incentivar las tentaciones a las que frecuentemente estamos expuestos los hombres, particularmente la juventud. Se debe decir en general que los padres deben ir respondiendo con veracidad y paulatinamente a sus hijos las preguntas sobre esta delicadísima materia, dado que ellos son los educadores primarios y naturales de los seres que han traído a este mundo.
Por último, no podemos dejar de mencionar que nuestra oposición a estas aberrantes prácticas no sólo se da por intentar ser ciudadanos de buena voluntad, sino también por ser cristianos y católicos. Como tales, sabemos que sólo Dios es el dueño absoluto de la vida humana. Que sólo a Él le compete dar la vida y quitarla. Por esta razón ha legislado un mandamiento que prescribe no asesinar, inscrito en la conciencia de cada ser humano.
Jesucristo ha venido para darnos vida, y ésta abundantemente. Esa Vida es Él mismo. Impidiendo la vida natural frenamos la vida sobrenatural de la gracia en los niños asesinados. Incluso ponemos en riesgo su destino eterno, dado que el Bautismo es necesario para la salvación. De la misma forma que Herodes persiguió al Niño Jesús para matarlo para que no fuera destronado en un hipotético futuro, y por esa razón asesinó a los niños menores de dos años, también ahora los nuevos Herodes, bajo pretexto de legalidad, buscan exterminar a todos aquellos que se opongan a sus perversos fines. Y así como el Niño Dios escapó de manos de aquel rey títere, instrumento del demonio, homicida desde el principio, por la ayuda de la Santísima Virgen y de San José, también hoy nos encomendamos a sus patrocinios, para que nuevamente la Serpiente antigua que intenta seducir a los pueblos se vea expulsada de nuestra Patria por la victoria de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Por esta razón, Sr./a Diputado/a, sepa de su grave responsabilidad, ante Dios, la Patria, los argentinos e incluso toda la humanidad. No se abstenga de votar en favor de las dos vidas humanas. No se deje comprar por el vil dinero. No se deje seducir por un puesto más alto en este o en algún gobierno, en algún organismo internacional, o en alguna importante multinacional. Piense en la Patria, a quien ha jurado honrar con su cargo. Piense en su madre, que algún día lo trajo al mundo. No se deje infectar por las ideologías de turno.
Si Ud. es cristiano, recuerde que Cristo dijo que el que lo reconozca delante de los hombres será reconocido por Él el día del juicio. Si además Ud. es católico, no deje de tener presente que la Santísima Virgen, a quienes honraron los mejores argentinos, tales como San Martín, Belgrano, Saavedra, Güemes y Rosas, lo asistirá para que pueda dar en ese momento el supremo testimonio, a semejanza de Jesucristo.
Lo tendré presente en mis oraciones, para que sea digno de defender la verdad, natural y sobrenatural, y le concedo para ello mi bendición.


                            Pbro. Lic. Jorge Luis Hidalgo