sábado, 4 de septiembre de 2021

«Oh, Jesús mío...» La oración de Fátima

 


En Fátima, Nuestra Señora, en el contexto del único secreto que consta de tres partes, reveló una oración, que por Providencia Divina se ha hecho común el que sea dicha al final de cada misterio del Santo Rosario.

Pero hay distintas versiones en su recitación.

A fin de que se conozca dicha oración lo más cercana posible a la pronunciación que hiciera de ella la Santísima Virgen, colocamos aquí la oración y la explicación que realiza de la misma Fr. Michel de la Sainte Trinité, en su libro «Toda la verdad acerca de Fátima», todavía inédito en español.

Acompaña este escrito la foto tomada el mismo día que recibieron el secreto y esta oración. Puede verse en las facciones de los Pastorcitos su melancolía por el mensaje recibido.

 

 

«UNA SÚPLICA URGENTE POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

 

Inmediatamente después del fin del secreto, continuó Nuestra Señora: «Cuando recéis el rosario, diréis después de cada misterio:

 

«Oh Jesús mío, perdónanos,

líbranos del fuego del infierno;

lleva todas las almas al Cielo,

especialmente las más necesitadas.»[1]

 

"OH JESÚS MÍO." Las dos oraciones enseñadas por Nuestra Señora, están dirigidas a Su Hijo, a Jesús, nuestro "Dios Salvador". ¡Esto solo, alcanza para destruir las calumnias de los reformistas opuestos a Fátima, bajo el pretexto falaz que Su mensaje no es suficientemente cristocéntrico! ¡Qué error! En Fátima, Nuestra Señora quiso agregar a la gran oración en Su honor, esta breve invocación dirigida a Jesús el Salvador. Intercalada entre el Gloria Patri a la Santísima Trinidad, los Padrenuestros y los Aves que suplican a Nuestro Padre y a Nuestra Madre en el Cielo, esta pequeña oración amplía el horizonte divino de nuestro rosario.

 

"¡PERDÓNANOS!" El pensamiento de nuestro pecado, este pecado tan profundamente enraizado en nosotros y que amenaza con causar nuestra ruina, está presente en el mensaje de Fátima en todas partes. No hay ninguna de las nueve apariciones del Ángel y de la Santísima Virgen, en que no se haga alguna alusión a él. Cada una de las cuatro oraciones enseñadas a nosotros, breves como son, todas hacen alguna mención al pecado. Esta oración, que no es excepción, tiene ecos de las Letanías, de los Pater y de los Aves: "Perdónanos nuestras deudas", y "ruega por nosotros pecadores"[2].

 

"¡LÍBRANOS DEL FUEGO DEL INFIERNO!" Esta súplica, la más urgente, se refiere por supuesto a la visión del infierno. La evocación concreta de su fuego espantoso, fue querida expresamente para traer a nuestra mente la descripción del infierno hecha por Lucía. Si, esto es querido por Nuestra Señora, que es la Soberana Maestra, que la palabra infierno siempre nos recuerde este fuego devorador, que expresa más exactamente su realidad terrible.

 

«Librai nos do fogo do inferno!» La expresión es fuerte y vigorosa, y deliberadamente así. No ya «presérvanos», sino más exactamente, «¡líbranos!» Esta palabra hace explícito el último pedido del Padrenuestro, con el mismo verbo, «mas líbranos del mal». Esto es para decir que el infierno no es un peligro imaginario y lejano, del cual podemos escapar por nosotros mismos. No, es la culminación exacta y cierta de las rebeliones contra Dios y del endurecimiento del corazón, donde nosotros iríamos sin el perdón de Jesús, nuestro Salvador, y sin la ayuda de Su Gracia, llena de misericordia. Sin Él, sin Su Pasión y Su Sangre redentora, ya estamos perdidos. Nosotros debemos nuestra salvación solo a Él, y Él quiere que nosotros le pidamos: «¡Oh Jesús mío, líbranos del fuego del infierno!»

La oración de Fátima es muy parecida a aquella de la liturgia: «¡De la muerte eterna, líbranos, Oh Jesús» imploran la Letanías. Y la oración del Canon Romano, que afirma claramente la intención del Sacrificio Eucarístico, dice: «Líbranos de la eterna condenación (ab aeterna damnatione nos eripi), y cuéntanos en el rebaño de Tus elegidos.» La misma expresión vigorosa se encuentra en las Letanías de los Santos, y esta vez deja absolutamente en claro quiénes son los aludidos por el "nos": somos nosotros mismos y todos nuestros seres queridos que tienen la fe, y nosotros imploramos perdón por los nuestros: «Que Tú libres nuestras almas y las almas de nuestros hermanos, familiares y benefactores de la eterna condenación, ¡Te rogamos, óyenos! Ut animas nostras... ab aeterna damnatione eripias, te rogamus audi nos!»

Esta es una súplica urgente, pero también está llena de una verdad inmensa. Pues en esperanza nosotros ya estamos seguros de obtener el perdón de Nuestro Salvador, y eventualmente alcanzar la felicidad del Cielo... Así, nuestros horizontes se ensanchan, llevándonos a la segunda parte de la plegaria:

 

"LLEVA A TODAS LAS ALMAS AL CIELO." Nuestro deseo ardiente de ser salvados, nosotros y nuestros seres queridos, es extensivo necesariamente a todas las almas. Cristo ofreció Su vida por todos los hombres, sin excepción, y Dios, Su Padre «quiere salvar a todos los hombres»; así, ¿por qué no van todas las almas al Cielo? La pequeña oración se convierte en... una oración universal. Es mística, y expresa una caridad verdadera y ardiente. «Señor,» gustó repetir el Padre de Foucauld, «si fuera posible, ¡haz que todos los hombres vayan al Cielo!»

«A todas las almas», «as almas todas» o en la versión citada más a menudo por Sor Lucía, «as alminhas todas», con este diminutivo de conmiseración, «todas esas pobres almas», tal como diríamos nosotros, «pobres pecadores». «Levai para o Ceu!» ¡Llévalas al Cielo! La palabra puede ser apenas traducida: ¡llévalas, transpórtalas, elévalas hasta el Cielo! Y tal vez aun mejor, como el Padre Simonin y Dom Jean Nesmy traducen: «atrae a todas las almas al Cielo.» Esto nos recuerda las palabras de Jesús al atardecer del Domingo de Ramos, inmediatamente antes de entrar en la senda de Su Sacrificio Redentor: «Ahora el príncipe de este mundo será arrojado afuera; y yo, cuando fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí. Esto lo decía indicando de qué muerte iba a morir.»[3] «Omnia traham ad meipsum.» Levantado sobre la Cruz, como una nueva serpiente de bronce, Él salvará a todos aquellos que lo buscan, el único Salvador, «A quien ellos han traspasado». Y pronto, ascendiendo al Cielo, Él llevará una hueste de prisioneros consigo[4].

 

"ESPECIALMENTE LAS MÁS NECESITADAS". Estas últimas palabras dejaron perplejo al Canónigo Formigâo. Realmente son sorprendentes: ¿Cómo podemos pedir a Jesús que lleve todas las almas al Cielo, y así, todas sin excepción, y luego inmediatamente agregar una fórmula que por el contrario es parcial y restrictiva? Las palabras, "todas... especialmente" parecen desafiar la simple lógica.

Y aun así, la fórmula es auténtica, y la dificultad desaparece cuando consideramos que esta concierne a la salvación de las almas, o sea a la pura e infinita misericordia de Dios. La lógica aquí es la del amor, llena de sobreentendidos que causa la estructura demasiado estrecha de la relación exacta de los conceptos a refutar. El alma suplicante, en el celo de su amor, gustaría de obtener de la Misericordia Divina la salvación de todas las almas... pero sabe que su pedido no puede ser escuchado en toda su extensión... no lo merece. En este caso, ella clarifica inmediatamente su pedido, y dice a Dios: "¡Yo te pido tengas misericordia al menos de algunas almas, y más especialmente, como una prioridad, sobre las almas de los más grandes pecadores, quienes más seguramente están en riesgo de ser perdidas!" Tal es la lógica de los santos...

Así es como los tres videntes comprendieron esta oración, a la luz de su contexto inmediato: la visión del infierno[5]. Un pasaje llamativo de las Memorias nos muestra como la pequeña oración de Nuestra Señora volvió a menudo a los labios de Jacinta, y no solamente entre las decenas del rosario, sino para implorar a menudo la salvación de las almas:

 

«Con frecuencia se sentaba en el suelo o en alguna piedra y, pensativa, comenzaba a decir:

«– ¡El infierno! ¡El infierno! ¡Qué pena tengo de las almas que van para el infierno! ¡Y las personas que estando allí vivas, arden como leña en el fuego!

«Y asustada, se ponía de rodillas, y con las manos juntas, rezaba las oraciones que Nuestra Señora nos había enseñado:

«– ¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a aquellas que más lo necesitan!

«– Ahora, Excmo. y Revmo. Señor Obispo, ya V. Excia. Revma. comprenderá por qué a mí me daba la impresión de que las últimas palabras de esta oración, se referían a las almas que se encuentran en mayor peligro, o más inminente, de condenación.»[6]

 

Estas últimas palabras vuelven nuestra atención hacia los agonizantes. En todas las miríadas de Ave Marías que habremos rezado todos durante nuestra vida, pedimos a la Madre de Misericordia que ruegue por nosotros «en la hora de nuestra muerte». ¿Pero, y todas esas almas endurecidas, que La ultrajan sin cesar y nunca La invocan? Es para ellas, en su lugar, que Nuestra Señora nos hace rezar durante nuestro rosario.

Esta prioridad acordada a los más grandes pecadores no era comprendida, y fue la razón principal por la que la versión original fue abandonada durante tanto tiempo, en favor de otra más clásica. Incluso, esta oración nos introduce en toda la realidad del Evangelio. ¡Es la prioridad dada a las ovejas descarriadas por la doble razón, que están extraviadas, y que su salvación nos mostrará más vívidamente el Amor incansable de su Buen Pastor! Fue Santa Teresa del Niño Jesús quien, «devorada por una sed por las almas, inflamada del deseo de arrebatar de las llamas eternas a las almas de los más grandes pecadores», que tomó la decisión «de evitar a cualquier precio que fuera al infierno», el horrible criminal cuyos tres asesinatos habían monopolizado las noticias. Sobre él también, «este pobre infortunado Pranzini», ella quiso derramar la salvífica y «divina gota» de la Sangre de Jesús[7].

Nosotros veremos que esto que concierne a la salvación de los más grandes pecadores es un tema frecuente en las revelaciones posteriores dadas a Sor Lucía. Este, igualmente, fue el pensamiento constante de Jacinta:

 

«Y permanecía así, durante largo tiempo, de rodillas, repitiendo la misma oración. De vez en cuando me llamaba a mí o a su hermano (como si despertara de un sueño):

«– Francisco, Francisco, ¿vosotros rezáis conmigo? Es preciso rezar mucho, para librar a las almas del infierno. ¡Van para allá tantas! ¡Tantas!»[8]

 

[…]

 

«LA ORACIÓN POR LAS ALMAS

 

¿Por qué almas debe decirse? ¿Por las almas de los pecadores? ¿O por las que están en el Purgatorio, como se creyó durante largo tiempo?

 

DOS VERSIONES DIFERENTES

 

Hasta los cuarenta, en la mayoría de las obras sobre Fátima encontramos la siguiente versión, citada por el Padre Castelbranco: «¡Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados! ¡Líbranos del fuego del infierno! Y saca las almas en el Purgatorio, especialmente las más abandonadas.»[9] En este tiempo, los peregrinos a Fátima recitaban la misma fórmula en la Cova de Iria. ¿Cómo podemos explicar esta discrepancia?

 

 

LA VERSION AUTÉNTICA

 

Durante el interrogatorio del 21 de agosto de 1917, Lucía relató al Padre Ferreira la versión revelada por Nuestra Señora un poco más de un mes antes. Excepto por dos palabras, que no cambian el sentido[10], esta es exactamente idéntica a la del texto que Sor Lucía transcribió en su Cuarta Memoria, el 8 de Diciembre de 1941. Por lo tanto, es esta última versión la que nosotros comentamos: «Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, y lleva a todas las almas al Cielo, especialmente aquellas más necesitadas.»[11]

Así, no hay duda sobre la autenticidad de estos textos, especialmente desde que además de ellos, hay muchos otros que muestran que Sor Lucía no cambió la redacción, excepto en pequeños detalles que no alteran de ninguna manera el sentido de la oración.[12]

 

 

LA INTERPRETACIÓN DEL CANÓNIGO FORMIGÂO

 

Nosotros sabemos que durante el interrogatorio del 27 de setiembre de 1917, Lucía recitó al Canónigo Formigâo la misma versión auténtica que ya había dado un mes antes a su párroco.[13]

Pero, ¿quiénes son estas almas «que están más necesitadas», y para quienes pidió Nuestra Señora que rezáramos? El buen Canónigo, quien por supuesto no conocía el secreto, ni los mensajes del Ángel, ni las repetidas invitaciones de Nuestra Señora a rezar y sacrificarse por los pecadores, e ignoraba especialmente la visión del infierno, que es el contexto inmediato de la revelación de esta oración, pensó que indudablemente debía referirse a las almas más abandonadas en el Purgatorio.

¿No es la palabra "alminhas", diminutivo de "almas", la que fuertemente sugiere esta hipótesis? El Canónigo Formigâo, quien él mismo optó resueltamente por la otra solución, explica: «En portugués, la palabra "almas", especialmente en su forma diminutiva, "alminhas", (las pequeñas, pobres o queridas almas), empleada sin un calificativo, designa ordinariamente las almas en el Purgatorio. En las iglesias, las alcancías para las almas en el Purgatorio, muestran esta inscripción, "caixa das almas", y en las esquinas de las calles, uno puede encontrar pequeñas construcciones a las que llaman "ermida das alminhas" (ermita de las pobres almas).»[14] Otro detalle significativo: no es raro en Portugal escuchar a un mendigo pidiendo por las almas, "para las alminhas", para las almas en el Purgatorio.

Por lo tanto, podemos comprender fácilmente como el Canónigo Formigâo llegó a creer que la oración de Nuestra Señora podía tener que ver con los difuntos. Él agregó también una frase a la versión inicial: «Lleva a todas las almas en el Purgatorio al Cielo, as alminhas do purgatorio todas...» Pero una vez que fue adoptada deliberadamente esta interpretación, él llegó lógicamente a modificar el texto, como lo reconoció más tarde[15], en bien de una mayor claridad. Este es el origen de la fórmula que él adoptó y publicó en sus trabajos: «Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos de los fuegos del infierno, y libra las almas en el Purgatorio, especialmente las más abandonadas.»[16]

Cuando en 1927 citó el interrogatorio del 27 de setiembre de 1917, presentó su fórmula como siendo una respuesta de Lucía a la pregunta. Esto muestra como la nueva versión de la oración, que aparecería como corregida por él, resultó muy difundida más tarde[17].

 

 

LA INTERPRETACIÓN DE SOR LUCÍA

 

Desde 1921, y luego por muchos largos años, Lucía estaba alejada de las peregrinaciones a Fátima, lo que la tenía casi completamente ignorante de lo que estaba ocurriendo. Así, ella no pudo rectificar la fórmula errónea que se estaba recitando allí. Pero cuando se le pidió su opinión, (¡un poco tarde, desafortunadamente!) insistió sobre el restablecimiento de la versión original, cuya interpretación le parecía la más obvia. Nosotros ya hemos citado su carta al Padre Gonçalves. Ella lo hizo nuevamente, con más vigor aun, en una conversación con el Canónigo Barthas, el 18 de octubre de 1946. He aquí el texto:

 

«Me permití pedir a Sor Lucía calificara el sentido de la palabra “alminhas”, almas: "¿En estas almas que tienen necesidad de asistencia divina, debemos ver las almas en el Purgatorio o las de los pecadores?, le pregunté.

«“Pecadores”, contestó sin vacilar.

«“¿Por qué piensa eso?”

«“Porque la Santísima Virgen siempre habló de las almas de los pecadores. Ella dirigió nuestra atención a ellas de todas las formas; Ella nunca habló de las almas en el Purgatorio.”

«“¿Por qué, en su opinión, la Santísima Virgen los interesó especialmente en los pecadores, más que en las almas en el Purgatorio?"

«Sin duda porque las almas en el Purgatorio ya están salvadas, estando ya en el vestíbulo del Cielo, mientras las almas de los pecadores están en el camino que lleva a la condenación." (Esta fue, esencialmente, también mi propia opinión.)

«Su explicación me parece altamente teológica. “¿Por qué, entonces, en muchas iglesias y aun en todo Portugal, son nombradas en esta oración las almas en el Purgatorio?”

«“Nao sei. Yo misma nunca hablé de las almas en el Purgatorio. En cuanto al resto, eso no me concierne.”»[18]

 

Esta declaración nos parece decisiva. La oración enseñada por Nuestra Señora, solo puede comprenderse propiamente en el contexto más general del secreto de Fátima. Esto disculpa la modificación del texto, que el Canónigo Formigâo, con toda su buena fe, pensó que tenía derecho a hacer. Hoy, sin embargo, nosotros preferimos recitar esta oración en el mismo espíritu que los tres videntes, pues como Sor Lucía, con justicia, escribe en otro lugar, «habitualmente, Dios acompaña Sus revelaciones con un conocimiento íntimo y minucioso de lo que ellas significan.»[19]

¿Debemos entonces olvidar las queridas almas en el Purgatorio? La respuesta de Nuestra Señora el 13 de Mayo, («Ella estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo») alcanza para mostrarnos cuanto necesitan ellas de nuestra oraciones. Es un hermoso deber de caridad interceder por ellas, y especialmente por las más abandonadas entre ellas. Lejos de excluir a cada una, todas las devociones católicas se fortalecen unas a otras. Es de cada individuo practicar su devoción siguiendo el impulso de la gracia particular que le haya sido dada... ¡Hay lugar de sobra en un corazón encendido para el amor a las almas!»

 



[1] Aquí damos el texto de la Cuarta Memoria, en la traducción más literal. De cualquier manera, la versión usualmente adoptada es substancialmente exacta: “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, y lleva a todas las almas al Cielo, especialmente las más necesitadas de Tu misericordia.” Esta hermosa oración ha sido citada con un número de variantes, y todavía es interpretada en varias formas. Algunos creen que el segundo pedido se refiere a las almas en el Purgatorio. En un apéndice nosotros justificaremos la versión que hemos adoptado, y la explicación que proponemos.

[2] Leer el hermoso paralelo establecido por nuestro Padre entre el Padrenuestro y el Ave María. CRC 182, octubre de 1982.

[3] Jn. 12. 31-33.

[4] Jn. 19, 37, Za. 12, 19; Ef. 4, 7.

[5] Ver la carta de Sor Lucía al Padre Gonçalves del 18 de mayo de 1941: La última súplica ha sido aplicada a las almas en el Purgatorio, "porque parece que el sentido de estas últimas palabras fue mal  comprendido; pero yo creo que Nuestra Señora se estaba refiriendo a las almas en el mayor peligro de condenación. Esta continúa siendo mi impresión, y sin duda usted creerá la misma cosa después de haber leído la parte del secreto que yo he escrito, y sabiendo que Nuestra Señora nos enseñó esta misma oración durante la misma aparición." (Memorias e cartas, p. 443).

[6] III, p. 110.

[7] Manuscritos autobiográficos, pp. 117-119, Livre de Vie (1957).

[8] III, p. 110.

[9] The Umprecedent Miracle of Fatima, p. 12 (1939). En 1940, el Padre Martin Jugie, en su libro sobre el Purgatorio, citó una fórmula similar, p. 337. (Lethielleux).

[10] A saber, la conjunción "y", y las palabras, "de ella", refiriéndose a la misericordia de Dios: "especialmente las más necesitadas de ella."

[11] O meu Jesus, perdoai-nos, (e) livrai nos do fogo do Inferno; levai as alminhas todas para o Ceu, principalmente aquelas que mais (d'ele) precisarem. (Documentos, p. 341, 501).

[12] He aquí unas pocas fechas: 7 de setiembre de 1922, carta de Carlos Mendès (Barthas, Fatima, Great Miracle of the Twentieth Century, p. 322). El informe del 5 de enero de 1922 (Documentos, p. 471). El interrogatorio ante la comisión canónica, 8 de julio de 1924. La carta del Padre Gonçalves del 18 de mayo de 1941 (Documentos, p. 443), y finalmente los textos de la III y IV Memoria (Ibid., pp. 221 y 341). El 18 de octubre de 1946, Sor Lucía dictó la misma fórmula al Canónigo Barthas, agregando: "y ayuda especialmente aquellas..." Pero el sentido es siempre el mismo.

[13] Cfr. J.M. Alonso, Fátima, escuela de oración, p. 105, e Historia da Literatura p. 13: "La primera versión escrita de los manuscritos Formigâo es precisamente la que siempre repitieron los videntes".

[14] Fátima 1917-1968, p. 101; ver todas las notas de pp. 99-102.

[15] Alonso, Historia da Literatura, pp. 14-15.

[16] ...e livrai as almas do Purgatorio especialmente as mais abandonadas. Documentos, p. 505.

[17] Señalemos que el Padre Alonso creyó que la interpretación teológica del Canónigo Formigâo pudo ser justificada, pero insistiendo sobre el sentido ordinario de la palabra "alminhas". De acuerdo a él, la palabra "alminhas" clarifica la cuestión: se refiere a las almas en el Purgatorio. (Fátima, escuela de oración, p. 105; 1980.) Señalemos solamente que:

1. Sor Lucía parece usar indiferentemente tanto la palabra "alminhas" como "almas". (Texto del 18 de mayo de 1941) De acuerdo a Castelbranco, la fórmula aprobada para las peregrinaciones también tiene la palabra "almas", mientras los Marto habían aprendido en 1917 la fórmula con la palabra "almas".

2. El Canónigo Formigâo mismo, en lugar de la palabra "alminhas", viene a substituirla por la expresión más clara "almas do purgatorio". ¿Por qué entonces fue necesario el cambio?

3. La mayoría de los críticos portugueses eruditos interpreta la palabra "alminhas" como lo hace Sor Lucía, por ejemplo como designando las "pobres almas" de los pecadores.

Por lo tanto, nosotros concluimos que en portugués, tanto como en latín o francés, la palabra "alminhas" es indefinida y de acuerdo al contexto puede referirse a las almas de los difuntos o a las de los vivos. Cfr. Documentos p. 447.

[18] Fátima 1917-1969, p. 101-102.

[19] III, p. 116.

viernes, 30 de julio de 2021

En memoria del Fundador del Scoutismo Católico en Argentina

 


En este 2 de agosto se cumplen 48 años de la muerte del p. Julio Meinvielle. Como escribió con tanta precisión Sergio F. Tacchella, presentando el libro “Los Scouts de Meinvielle”, su persona fue una “figura multifacética”: “Es el Sacerdote devoto de la Virgen que se pasea por las calles barrosas de Versailles rezando el rosario o leyendo el Breviario; es el que se hace tiempo para enseñar el catecismo o dicta clases de boxeo, es el teólogo que se hace didacta para que las homilías se entiendan a pesar de la Misa en latín, es el filósofo que escribe libros polémicos, el publicista que edita sus propios y cambiantes semanarios, es el economista y el hombre de la cultura, es el austero párroco que visita a los pobres luego de las inundaciones del arroyo Maldonado, el que le consigue puestos a los jóvenes, y les infunde las esperanzas de un país mejor, que se logrará cuando haya ciudadanos mejores.”[1]

Hoy nos limitaremos a presentarlo como el fundador del scoutismo católico en Argentina, tanto del grupo nº 1 como de la USCA (Unión Scouts Católicos Argentinos). Y lo queremos hacer porque, como dice González Arbás, “el futuro del movimiento scout en la Argentina, como lo concibieron Meinvielle y tantos otros, está hoy en entredicho”.[2] Parte de la traición viene de ignorar la historia pues, al querer ignorar las propias raíces, se quiere edificar en una línea completamente diversa.

Querer eliminar la figura del Padre Julio no solo se intentó en el scoutismo. De hecho, nadie habla del “máximo teólogo de la Cristiandad en lo que va del siglo XX”, en palabras del mártir Carlos Sacheri.[3] Aquel sacerdote que mientras disputaba con Maritain y era uno de los mentores del antiguo y glorioso seminario de Paraná, se dedicó de tal modo a cuidar al rebaño encomendado que llegó a ser, en palabras del p. Castellani, “el Párroco del País”.[4]

Parte de su gran apostolado en toda la patria lo hizo gracias a la fundación de los scouts católicos. Recordemos unas breves líneas de su tarea al frente del scoutismo, siguiendo el citado libro de González Arbás.

“El padre Julio era un hombre de acción pero, ante todo, era reflexivo. Comprendió enseguida que necesitaba una organización diferente. Debía apegarse al método descrito por Baden Powell cuanto le fuera posible, para poder organizar con eficiencia a un número creciente de muchachos. Más tarde escribiría: ‘durante ese año, este cuerpo de exploradores se ha organizado de una forma más o menos similar a las compañías de boy scouts o exploradores conocidas en nuestro país, en la creencia ingenua de que no había otra forma de practicar scoutismo verdaderamente eficiente. Pero el poco resultado educativo logrado, ha obligado a sus dirigentes a estudiar en las fuentes auténticas del movimiento, la naturaleza del scoutismo tal como lo plasmó su fundador, el general inglés Sir Robert Baden Powell.’

Insatisfecho con los resultados, Meinvielle cambió en forma radical los métodos y el nombre de la creciente agrupación para marzo de 1934. El mismo anotó: ‘esto ha movido a abandonar radicalmente el tipo adulterado de scoutismo que se practica entre nosotros y a adoptar el tipo auténtico, que tan maravillosamente expone el Padre Jesuita Jacques Sevin, secretario de la oficina internacional de los scouts católicos, en su libro: Le Scoutisme’. El padre Sevin era uno de los tres fundadores de los Scouts de Francia, obra a la que se había dedicado desde 1913 después de una entrevista con el general Baden Powell. Editado en 1922, su libro sirvió de base para el floreciente movimiento de scouts católicos en Francia y en otros países.

El padre Julio se había hecho con una copia de ese libro, en francés, idioma que dominaba a la perfección, y de su lectura extrajo el modelo en el que basaría su agrupación y años más tarde, todo el movimiento de los scouts católicos en la Argentina. El nuevo nombre de la agrupación fue Scouts Católicos de Baden Powell y así lo justificó Meinvielle: ‘es tan firme el propósito de implantar lisa y llanamente el scoutismo de Baden Powell que hasta su nombre se ha adoptado para la tropa de scouts que se funda en la Parroquia, imitando en esto a los admirables scouts católicos belgas que se titulan Baden Powell Belgian Boy Scouts’.

Así fue que los exploradores se convirtieron en scouts. Pero no se trataba de un simple cambio de nombre. Entre las modificaciones introducidas por el padre Julio se encontraba la esencia misma del método scout: el sistema de patrullas. Ocho muchachos se agrupaban para formar una patrulla, con uno de ellos como jefe. Y cuatro patrullas formaban una tropa, tal como lo prescribía Baden Powell. Las patrullas no eran solo de carácter organizativo, en ellas cada scout tenía responsabilidades específicas, recibía entrenamiento y se convertía en una parte vital de esa pequeña comunidad que compartía la carpa en campamento, la comida, las victorias y derrotas en las competencias con las demás patrullas. Cada una tenía su propio estilo, personalidad, costumbres e historia. Con el paso de las décadas, los scouts de la primera hora olvidarían muchos detalles de la agrupación, pero jamás a qué patrulla pertenecían. Los miembros de las patrullas tenían entre once y dieciocho años.

Esa organización era justo lo que el padre Julio necesitaba.”[5]

“Para ser miembros de una patrulla, los muchachos debían esmerarse al máximo en el cumplimiento de sus deberes religiosos y en el aprendizaje de técnicas propias de los scouts. El padre Julio sabía con obsesivo detalle quiénes asistían al servicio dominical y quiénes no. […] Para los scouts, la inasistencia a la Misa era una falta grave. Pasado cierto tiempo, los aspirantes destacados formulaban su promesa y recibían el uniforme completo. Lo que prometían era vivir de acuerdo a los valores del movimiento que estaban resumidos en los diez artículos de la Ley Scout que Meinvielle había traducido, con las libertades necesarias, del libro de Jacques Sevin. Esta es la Ley Scout que escribió el padre Julio y que cada scout sabía de memoria:

1. El scout es digno de toda confianza.

2. El scout es leal a su país, a sus padres, a sus jefes y a sus subordinados.

3. El scout se ha educado para servir a sus semejantes, sin esperar recompensas ni alabanzas. Debe esforzarse por hacer una Buena Acción cada día.

4. El scout es amigo de todos y hermano de los demás scouts.

5. El scout es cortés y caballeroso.

6. El scout ve en la naturaleza la obra de Dios y por eso ama a los animales y las plantas.

7. El scout obedece sin réplica y nada hace a medias.

8. El scout es dueño de sí mismo, sonríe y canta en las dificultades.

9. El scout es económico y cuida de los bienes de los demás como cosa propia.

10. El scout es puro en sus pensamientos y palabras y en el uso de todos sus sentidos.

Los primeros en formular su promesa fueron los integrantes de la patrulla Vicuñas con Beltrán Hernández a la cabeza, seguidos de las demás patrullas. Esa singular ceremonia, que se repetiría miles de veces con el paso de los años, tuvo lugar el 30 de mayo de 1934. Algunos detalles se han perdido en la noche de los tiempos, pero la esencia es la misma de hoy. Los scouts, formados frente a la bandera repitieron de a uno, con voz firme, las palabras de un juramento sagrado que los ataría de por vida al código de valores del movimiento scout. La fórmula de la promesa había sido redactada por Meinvielle para esa ceremonia, sin sospechar que sería recitada incontables veces a lo largo del país por miles y miles de muchachos en los años porvenir. El texto era simple y se escuchó por primera vez en la humilde capilla de chapa de Versailles frente a los padres y al resto de la tropa.

Por mi honor y con la Gracia de Dios prometo: Cumplir mis deberes para con Dios, con la Iglesia y con la Patria; ayudar a mi prójimo en toda circunstancia, y observar la Ley Scout.[6]

“El más significativo de los atributos del uniforme de los scouts católicos lo constituyó, sin duda, el cordón de pureza. Meinvielle lo agregó como un símbolo, a partir de mayo de 1934, que identificaba a los scouts que habían formulado su promesa. […]. No importa a qué asociación pertenezcan, los scouts de Meinvielle se distinguen del resto con facilidad, son los que todavía lucen, desafiantes y orgullosos, el cordón de pureza.”[7]

“Después de una larga jornada de trabajo, se tendió en el suelo, sobre el vellón de oveja que le servía de cama. Sobre su cabeza, un rústico entrepiso de madera lo separaba del cuarto de proyección del cine que él mismo había levantado. Pasaban ya de las doce y los ruidos de Versailles se habían apagado por completo aquella cálida noche de otoño. A las cinco de la mañana, como todos  los días, se despertaría para orar. Le quedaban pocas horas de descanso. En la callada oscuridad, repasó una vez más lo que ocupaba su mente desde hacía meses. El trabajo a realizar era tal que lo hacía sentir pequeño. Pero estaba decidido. Con la ayuda de Dios, al día siguiente fundaría una nueva asociación para los jóvenes. Antes de ser vencido por el sueño, un último pensamiento lo hizo sonreír. Le gustaba mucho ese nombre. La llamaría Unión Scouts Católicos Argentinos.

Desde hacía años, el Padre Julio, que participaba frecuentemente en la Acción Católica Argentina y que había impulsado la creación de ese movimiento en La Salud, había comenzado un activo proselitismo a favor de los scouts, convencido de que eran una herramienta útil en la tarea de la evangelización. Por fin, los miembros de Acción Católica lo invitaron a dar una charla en su sede de Riobamba 981. Meinvielle ya había preparado el escenario que daría nacimiento a los scouts católicos. Sus más asiduos colaboradores, entre los que estaban destacados sacerdotes, se encontraban presentes ese día.

Su encendido discurso, con la pasión que lo caracterizaba al hablar, estimuló la imaginación del auditorio y causó gran impacto entre los presentes. En resumen, el Padre Julio convocó a practicar el scoutismo como una verdadera forma de acción católica. Era el 7 de abril de 1937, la fecha que la Unión Scouts Católicos Argentinos reconocería como la de su fundación. Con el paso de las décadas, la USCA desarrollaría una mitología fundacional más compleja y agregaría al nombre de Meinvielle los de Armando Fischer, Ernesto Padilla y Alfonso Rafaelli como fundadores. Cierto es que los tres fueron importantísimos dirigentes de la asociación y aportaron, como muchos otros, años de trabajo desinteresado que fue la sangre vital de USCA. Pero no menos cierto es que la idea de la USCA nació de un impulso solitario del padre Julio.

Los primeros y difíciles meses de USCA, sólo hubo tres agrupaciones scouts, Cardenal Ferrari, fundada por Alfonso Rafaelli y San Gabriel Arcángel, cuyo jefe era Norberto Wysiecky, ambas en Gerli, y La Salud en Capital. Para junio, vio la luz la primera publicación oficial que tendría la asociación durante muchos años y que ha sido una fuente insustituible para esta historia. El número uno de la revista Vida Scout tenía ocho páginas y estaba dirigida por el incansable Armando Fischer. Ese primer número, antológico, publica la Ley Scout que prometerían generaciones a lo largo del país y que estaba basada en la que redactara el Padre Julio en 1934. También aparecería el tradicional texto de la promesa de USCA, que era el mismo de los Scouts Católicos de Baden Powell, y el dibujo de la clásica flor de lis, que le serviría de emblema. De hecho, el manual del aspirante publicado en 1935 por la agrupación de La Salud decía: ‘La insignia de los Scouts Católicos de Baden Powell es la flor de lis con la cruz en el medio. Se ha adoptado la flor de lis, que se usaba para indicar el norte en los antiguos mapas, para recordarle al scout que debe vivir siempre orientado para poder a su vez, por el ejemplo de su vida, servir de orientación a los demás.’

Para octubre se realiza en la sede de la Acción Católica Argentina la primera reunión de estudios destinada a maestros scouts y ayudantes, precisamente para facilitar a las agrupaciones una copia del reglamento que utilizaba La Salud y comenzar a aunar criterios que, dos años después, darían a la asociación el primer reglamento general. Sin duda, es el más temprano antecedente de lo que después sería el Centro de Maestroscouts, el órgano de USCA responsable del adiestramiento de dirigentes.”[8]

“Cada año, la cristiandad festeja la Eucaristía el jueves siguiente al octavo domingo de Pascua. Esa antigua celebración fue instituida por el Papa Urbano IV en 1264. En la Argentina, ha tomado la forma de un multitudinario oficio religioso. En 1938 esa concentración tuvo lugar en la Plaza de Mayo. Meinvielle entendió que esa era una ocasión propicia para presentar a la organización de los scouts católicos. Con el visto bueno de Monseñor Copello y con la participación de los principales dirigentes de USCA, los scouts de las ocho agrupaciones que tenía la asociación en ese momento, abrieron orgullosos la marcha, portando sus banderas y arrancando aplausos de la multitud a su paso. Era el jueves 16 de mayo. La presentación pública del naciente scoutismo católico fue un éxito que llenó de satisfacción a Meinvielle y a la vez sirvió como una herramienta publicitaria que contribuiría a expandir el movimiento.”[9]

“El incansable Meinvielle comprendió enseguida los alcances que podía tener el movimiento. Pero estaba claro a principios de 1938 que se necesitaba una organización más eficaz, con roles diferenciados. Hasta ese momento, la Comisión Técnica era el único órgano de la USCA, encargada tanto del gobierno de la asociación, como del adiestramiento de los dirigentes o bien de la búsqueda de recursos. La división de tareas permitió un acelerado crecimiento que se sustentaría en el tiempo.

A principios de abril, USCA comenzó a dictar un curso teórico práctico para maestros scouts y ayudantes, en un primer intento por unificar conocimientos y pulir el método.

La secretaría de USCA comenzó a funcionar todos los días hábiles en la parroquia San Nicolás de Bari, como fruto de la amistad que había surgido con esa agrupación durante el campamento de verano. Por la mañana atendía el propio Padre Julio, de lunes a viernes de 10 a 12 hs.

Por la tarde, estaba Alfredo Della Savia. Los sábados por la mañana, el ingeniero Fischer evacuaba las consultas. Este cambio fue solo uno de los muchos que tuvieron lugar ese año, buscando darle a la creciente asociación una vida orgánica más eficiente. En octubre, por ejemplo, se trasladas las reuniones para maestros scouts y ayudantes desde la sede de la Acción Católica Argentina a Maipú 820, una dependencia de Cardenal Ferrari. De ese modo, el Centro de Maestroscouts comenzó a tener vuelo propio e influyó en forma notable en el intercambio de experiencias y en el espíritu de camaradería que, por entonces, había entre los dirigentes de diferentes agrupaciones.

En junio, poco más de un año después de la fundación, la Primera Junta Ejecutiva de la USCA fue nombrada por el Cardenal Copello. Pero había sido Meinvielle quien había escogido los nombres que le darían forma a su proyecto. Los diarios de la época, La Prensa, La Nación y La Razón recogieron el acontecimiento. El padre Julio buscó a algunos notables de su época para que le dieran entidad a la nueva asociación. Había entre ellos cuatro respetados hombres de armas, cuatro importantes sacerdotes y el resto eran personas de influencia y posición. Con el tiempo la junta se iría formando con aquellos que trabajaban a favor del movimiento scout. Pero en aquella primera nómina, Meinvielle buscó darle fuerza a una asociación que apenas había nacido. […]

1938 había sido un año extraordinario en varios aspectos. En primer lugar, la USCA creció a un ritmo frenético y se fundaron muchas agrupaciones, entre ellas, algunas se convertirían en importantes referentes del movimiento. En muchos casos, los primeros maestros scouts de La Salud contribuyeron notablemente al éxito de los nuevos emprendimientos. El 20 de marzo, a poco de haber vuelto de campamento, las Tropas Scouts junto con el Padre Julio asistieron a una ceremonia de promesas en la agrupación Santísimo Sacramento. En varias ocasiones, durante ese año, los scouts de La Salud asistirían con satisfacción a las promesas fundacionales de nuevas agrupaciones. En noviembre, por ejemplo, al mando del ayudante Fernando Casucci, La Salud llegó a la localidad de Guillermo Enrique Hudson, cerca de La Plata, para participar de las primeras promesas de la agrupación Santa María, que llevaría el número 15 en el registro de USCA.

La pujanza de ese año, que se repetiría muchas veces en el futuro, asombró incluso a sus fundadores. Habían comenzado el año con sólo cinco agrupaciones.”[10]

Torneo Anual 1943: Como era costumbre, la competencia tuvo lugar en la Rural y fue el cierre de una semana de variadas actividades. Antes de que comenzaran las pruebas, Meinvielle pronunció unas palabras en las que explica el nombre y los fundamentos de la asociación.”[11]

Por la importancia que tiene este discurso, del 17 de octubre de ese año, lo colocamos íntegro a continuación:

«Queridos scouts católicos:

Con este torneo de agrupaciones que tendrá lugar inmediatamente cierra la Unión Scout Católicos Argentinos su V Semana Scout dedicada al Eminentísimo Cardenal Primado en sus bodas de plata episcopales.

En un gesto altamente generoso S.E. ha donado los dos premios principales que se disputan hoy y que nos obligan a aclamarlo con el cariñoso nombre de cardenal de los scouts. Al amparo de su sagrada púrpura sobre este incipiente movimiento de nuestra patria, nuestro Eminentísimo Cardenal continua la tradición de la jerarquía eclesiástica que ya por los romanos pontífices Benedicto XV, Pío XI y Pío XII gloriosamente reinante, ya por otros príncipes y prelados de la Iglesia, ha bendecido este movimiento.

Me vais a permitir que aproveche la presente ocasión para reafirmar los principios que determinan nuestro movimiento y que están suficientemente encerrados en nuestro nombre de scouts católicos argentinos.

Nos llamamos scouts y aunque pueda parecer inapropiado este vocablo inglés, lo adoptamos por que ha adquirido categoría universal para dar nombre al magnifico movimiento fundado por Baden Powell. Es verdad que la palabra castellana explorador traduce gramaticalmente dicho concepto, pero en nuestro medio se ha usado para caracterizar movimientos, muy respetables sin duda, pero extraños al auténtico scoutismo de Baden Powell, propagando universalmente. Quizás fuera solución emplear como en algunos países de habla española el vocablo castellano scoutismo o esculta que viene del latín y que significa explorador. Pero esta voluntad nuestra de adoptar íntegramente el movimiento de Baden Powell con el sistema de patrullas, la ley Scout, la divisa y especialidades nos obliga a definirnos en el nombre para evitar todo equívoco y nada mejor entonces que adoptar el nombre inconfundible y universal de scouts.

¿En qué consiste el scoutismo? Un ilustre filosofo. Mons. Bruno Solages, rector del Instituto Católico de Tolosa, lo define como una empresa para captar y educar las fuerzas del ensueño que brotan en el niño. El scoutismo es un gran juego, pero para educar por el juego debió primero realizar la educación del juego.

Y siguen las palabras de Mons. Solages:

He aquí por qué fue organizada la vida en las matas, con su ley y su ideal. Fue en parte, tomando el ejemplo de lo que hizo la Iglesia en la Edad media, cuando quiso refrenar el terrible juego de guerra entre los hidalgos de esa época: en aquel entonces fue instituida la caballería, movimiento que puede juzgarse antecesor del scoutismo. Este, en cambio, se inició solo el día en que la vida de la patrulla recibió su ley y los scouts surgieron con la promesa de observarla. Es la ley de la iniciativa y la habilidad: El scout debe estar siempre listo para enfrentar a cada instante, todas las dificultades que puedan surgir en la vida de patrulla. Pero sobre todo es la ley del servir: los scouts se ayudan, se apuntalan, se sostienen mutuamente en la vida emuladora del campamento, ya para armar carpas, ya para buscar leña, ya para preparar la comida o para organizar un adecuado servicio de vigilancia. El verdadero scout nunca se acuesta sin haber practicado por lo menos una buena acción.

Todo el esfuerzo educativo del scoutismo debe, pues, consistir en hacer de la ley de servir, la gran ley del juego, la gran ley de la ciencia del bosque, la gran ley del honor, identificada a tal punto con el scoutismo, que cualquier Scout, llegaría a avergonzarse si ostentara su divisa sin practicar la ley. Por este lado el scoutismo tiende a emparentarse con el espíritu de caballería.

He aquí la razón por la cual el scoutismo, con toda facilidad, forma jefes aun cuando este no sea su objetivo principal. Quien es leal, quien sabe salir de un apuro, quien está siempre listo para servir, reúne las mejores condiciones para asumir responsabilidades, es la persona preparada para el mando, ya que mandar significa ante todo servir. Y en efecto el scoutismo se torna ante todo escuela de jefes debido a que muchos de sus miembros, desde el más subalterno al más graduado ofrece continuas ocasiones para ejercer autoridad. Tan es así, que a los jefes y subjefes de patrulla incumbe siempre, a pesar de su poca edad, una gran parte de la responsabilidad del educador.

El scoutismo es entonces un movimiento con valor propio que quiere contribuir a la educación del muchacho utilizando y disciplinando su vida de ensueño, de aventura, y su espíritu de barra en un gran juego. El scoutismo no puede entonces substituirse por ejercicios regimentados o no puede convertirse en un exhibicionismo de pequeños soldados: porque aunque utilice recursos gimnásticos, militares o campistas, los armoniza para un fin superior de educación, que complementa la obra educativa del hogar, de la escuela y de la parroquia, para que el niño jugando adquiera el hábito de estar listo para servir a Dios, a la Iglesia y a la Patria y de servir al prójimo en toda circunstancia.

Esto es el scoutismo y por esto nosotros somos y nos queremos llamar scouts. Pero scouts católicos. Por eso sostenemos que el programa Scout no puede cumplirse sin deformaciones sino lo penetra íntima y profundamente el espíritu sobrenatural de la Iglesia. De aquí que sostengamos como condición necesaria de una agrupación Scout que tenga un padre capellán que sea en ella como la garantía de la vida religiosa y moral, que el maestro scout y sus ayudantes sean católicos prácticos, preferentemente socios de la Acción Católica, con alma de apóstoles, que el jefe de patrulla posea sentido de su misión de apóstol entre los scouts de su patrulla. En suma, que Jesucristo nuestro Señor sea en verdad reconocido, amado y vivido como el Gran Jefe de los scouts.

Repudiamos entonces el scoutismo laico que se fundó hace treinta años para alejar del cumplimento del precepto dominical a nuestros muchachos, y que ahora ante el fracaso evidente del laicismo organiza Misas de campaña, bendiciones de bandera y busca para ampararse el acercamiento de agrupaciones católicas. No. En nuestro país católico, el scoutismo de nuestros muchachos católicos debe estar profundamente penetrado por el espíritu sobrenatural de la Iglesia Católica. Si no fuera así lo repudiamos con todas las fuerzas de nuestra alma.

Por fin, somos scouts católicos argentinos. Es decir, que en este movimiento universal que es el scoutismo y que nosotros queremos vivir como católicos, queremos también vivirlo como argentinos. Y en esta palabra argentinos, no encerramos un concepto sentimental sino un contenido profundamente identificado con el destino del país, que es una unidad económica, cultural y espiritual, soberana, dueña de su propio destino, entroncada en la tradición hispánica, y con vocación de singular grandeza entre los pueblos hermanos de América.

Cada scout católico hace suyas en este momento solemne de la patria las palabras del gran capitán del ejército de los Andes: “Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar, cuando se acaben los vestidos nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajen nuestras mujeres, y sino andaremos desnudos como nuestros paisanos los indios. Somos libres y lo demás no importa”.

Queridos scouts católicos argentinos: Vivid en vuestras agrupaciones el ideal preconizado por la Unión Scouts Católicos Argentinos. La Iglesia y la Patria necesitan varones esforzados, leales, fuertes, veraces, puros, que por su espíritu de iniciativa, de trabajo, de colaboración, sean jefes... Jefes que guíen a sus hermanos en la pista de la vida presente, haciendo amable y hermosa la convivencia humana, cualquiera sea la vocación de cada uno de los destinos de la Patria... Jefes que a través de la vida presente con el ejemplo de una vida cristiana, hondamente vivida, con la protección de Nuestra Señora de los Scouts, guíen a sus hermanos, en la pista que conduce al campamento de Nuestro Gran Jefe, Cristo Jesús.

Julio R. Meinvielle»[12]


“Para Meinvielle y para la agrupación, las fechas y los símbolos patrios tenían un alto significado cívico y no pasaron nunca inadvertidos. A decir verdad, buena parte de la formación que La Salud brindaba a través del método scout estaba dirigida a resaltar los valores nacionales y el amor a la patria. Pero ese año de 1944, que resultó particularmente pujante, fue celebrado el 25 de mayo con un júbilo que no se veía en Versailles desde la inauguración del mástil en 1937. ‘Por la mañana se reunieron en la plaza los alumnos de diez escuelas que escucharon Misa de campaña, habiéndose izado previamente el pabellón nacional por dos scouts de nuestra agrupación’ dice la crónica del número 83 de la revista Vida Scout. Los festejos continuaron por la tarde, cuando desde la sede de la agrupación ‘partimos al compás de los tambores y clarines rumbo a la plaza donde realizamos una demostración técnica.’”[13]

‘Terminada la demostración técnica vino la jura de la bandera por los 155 scouts de nuestra agrupación.’ Esa era, sin duda, otra de las tradiciones de la agrupación y una ocasión solemne para todos sus miembros. Más que eso, era el centro mismo del acto con que se celebraba el 25 de mayo. ‘Finalizó el acto cuando al toque de un clarinetazo de atención tocado en tal forma que dejó a todos inmóviles (tocado por Juan Carlos Cuello), se deba orden de arriar la bandera.’[14]

“Cuando llegó a su fin 1944, la agrupación Nº 1, Nuestra Señora de la Salud se hallaba en el pico más alto de toda su historia. Tanto por cantidad de miembros, cuanto por la calidad de las prácticas, el empuje de sus integrantes y desde luego, los resultados. […]

De sus filas había surgido una legión de maestros scouts fundadores de nuevas agrupaciones […], que comenzaban a irradiarse ya a todo el país.

Pero lo más importante había sido el destacadísimo papel que la agrupación había jugado en la fundación misma de la USCA, aportando a la asociación su uniforme, sus métodos y sus símbolos, como queda perfectamente documentado por las publicaciones de los Scouts Católicos de Baden Powell de 1935.

Había por entonces más de cincuenta agrupaciones en USCA y muchas otras en los Boys Scouts Argentinos. Cada una con su historia, sus logros y sus frustraciones. Pero entre ellas, sin duda, La Salud ocupaba un lugar excepcional.

Versailles, cuna del scoutismo católico argentino, fue testigo del celo de Meinvielle y de esas generaciones de scouts que escribieron las primeras páginas de una historia que no tiene fin.”[15]

Para concluir la labor del padre Julio en el scoutismo de la USCA, no podemos dejar de mencionar una anécdota que trae a colación el p. Buela: “Con malas artes, cierta persona buscó y logró desplazarlo de la Asesoría Nacional de la Unión de Scouts Católicos Argentinos. Los dejó hacer sin oponer resistencia. Años después defendió con bríos a ese eclesiástico y le ayudó en alguna empresa difícil. Perdonaba de verdad.”[16]

Con claridad meridiana “el Padre Julio Meinvielle ha sido una gracia de Dios para la Argentina, para la Cristiandad y para el mundo. A esa gracia se accede leyendo y estudiando sus libros, lo cual es tarea imprescindible. Los mismos enemigos lo señalan; así como otrora algunos ideólogos abominaban de los que se habían formado leyendo a Chesterton y a Belloc, hoy día, otros ideólogos, enanos intelectuales (a veces de cuerpos golosamente rechonchos) abominan de los que se han formado leyendo –entre otros– a Meinvielle y a Castellani.”[17]

Toca a nosotros, ahora, ser fieles a este legado, profundizando sus obras, estando unidos a Jesucristo y a su única Iglesia y viviendo de acuerdo a la Fe que profesamos.



[1] Sergio F. Tacchella. (2001, junio). Palabras liminares en González Arbas, F. Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[2] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 13). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[3] Sacheri, C. (1974, marzo 7). Prólogo. En Meinvielle, J. (1974). El comunismo en la Revolución Anticristiana. 3º ed. (p. 9). Buenos Aires: Cruz y Fierro Editores.

[4] Buela, C. Julio Meinvielle y las esencias. En Verbo (1978, agosto), 185. Reproducida en Buela, C. (1993). Padre Julio Meinvielle (p. 40). San Rafael: Ediciones del Verbo Encarnado.

[5] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 23-24). Buenos Aires: Imprenta “Profika”. La cita en cursiva y en negrita responde al libro citado.

[6] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 28-29). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[7] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 30). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[8] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 65-66). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[9] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 81). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[10] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 82-84). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[11] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 135). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[12] Meinvielle, J. (1943, octubre 17). En González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (pp. 161-165). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[13] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 139). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[14] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 141). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[15] González Arbas, F. (2001, junio). Los Scouts de Meinvielle. Historia de la Agrupación Nº 1 Ntra. Sra. de la Salud. (p. 148). Buenos Aires: Imprenta “Profika”.

[16] Buela, C. (1976, agosto 2). Conferencia pronunciada en la Capilla de “Ntra. Sra. de la Merced”. En Verbo (1979, septiembre), 196. Reproducida en Buela, C. (1993). Padre Julio Meinvielle (p. 26). San Rafael: Ediciones del Verbo Encarnado.

[17] Buela, C. Meinvielle: A diez años de su paso a la Vida. En Verbo (1983, julio), 234. Reproducida en Buela, C. (1993). Padre Julio Meinvielle (p. 44). San Rafael: Ediciones del Verbo Encarnado.