En
Fátima, Nuestra Señora, en el contexto del único secreto que consta de tres
partes, reveló una oración, que por Providencia Divina se ha hecho común el que
sea dicha al final de cada misterio del Santo Rosario.
Pero
hay distintas versiones en su recitación.
A
fin de que se conozca dicha oración lo más cercana posible a la pronunciación
que hiciera de ella la Santísima Virgen, colocamos aquí la oración y la
explicación que realiza de la misma Fr. Michel de la Sainte Trinité, en su
libro «Toda la verdad acerca de Fátima», todavía inédito en español.
Acompaña
este escrito la foto tomada el mismo día que recibieron el secreto y esta
oración. Puede verse en las facciones de los Pastorcitos su melancolía por el
mensaje recibido.
«UNA
SÚPLICA URGENTE POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS
Inmediatamente después del fin del secreto, continuó
Nuestra Señora: «Cuando recéis el rosario, diréis después de cada misterio:
«Oh
Jesús mío, perdónanos,
líbranos
del fuego del infierno;
lleva
todas las almas al Cielo,
especialmente
las más necesitadas.»[1]
"OH JESÚS MÍO." Las dos oraciones enseñadas
por Nuestra Señora, están dirigidas a Su Hijo, a Jesús, nuestro "Dios Salvador".
¡Esto solo, alcanza para destruir las calumnias de los reformistas opuestos a
Fátima, bajo el pretexto falaz que Su mensaje no es suficientemente cristocéntrico!
¡Qué error! En Fátima, Nuestra Señora quiso agregar a la gran oración en Su
honor, esta breve invocación dirigida a Jesús el Salvador. Intercalada entre el
Gloria Patri a la Santísima Trinidad, los Padrenuestros y los Aves
que suplican a Nuestro Padre y a Nuestra Madre en el Cielo, esta pequeña
oración amplía el horizonte divino de nuestro rosario.
"¡PERDÓNANOS!" El pensamiento de nuestro
pecado, este pecado tan profundamente enraizado en nosotros y que amenaza con causar
nuestra ruina, está presente en el mensaje de Fátima en todas partes. No hay
ninguna de las nueve apariciones del Ángel y de la Santísima Virgen, en que no
se haga alguna alusión a él. Cada una de las cuatro oraciones enseñadas a
nosotros, breves como son, todas hacen alguna mención al pecado. Esta oración,
que no es excepción, tiene ecos de las Letanías, de los Pater y de los Aves:
"Perdónanos nuestras deudas", y "ruega por nosotros
pecadores"[2].
"¡LÍBRANOS DEL FUEGO DEL INFIERNO!" Esta
súplica, la más urgente, se refiere por supuesto a la visión del infierno. La evocación
concreta de su fuego espantoso, fue querida expresamente para traer a nuestra
mente la descripción del infierno hecha por Lucía. Si, esto es querido por
Nuestra Señora, que es la Soberana Maestra, que la palabra infierno siempre
nos recuerde este fuego devorador, que expresa más exactamente su realidad
terrible.
«Librai nos do fogo do inferno!» La
expresión es fuerte y vigorosa, y deliberadamente así. No ya «presérvanos»,
sino más exactamente, «¡líbranos!» Esta palabra hace explícito el último pedido
del Padrenuestro, con el mismo verbo, «mas líbranos del mal». Esto es
para decir que el infierno no es un peligro imaginario y lejano, del cual
podemos escapar por nosotros mismos. No, es la culminación exacta y cierta de
las rebeliones contra Dios y del endurecimiento del corazón, donde nosotros
iríamos sin el perdón de Jesús, nuestro Salvador, y sin la ayuda de Su Gracia,
llena de misericordia. Sin Él, sin Su Pasión y Su Sangre redentora, ya estamos
perdidos. Nosotros debemos nuestra salvación solo a Él, y Él quiere que
nosotros le pidamos: «¡Oh Jesús mío, líbranos del fuego del infierno!»
La oración de Fátima es muy parecida a aquella de la
liturgia: «¡De la muerte eterna, líbranos, Oh Jesús» imploran la Letanías. Y la
oración del Canon Romano, que afirma claramente la intención del Sacrificio
Eucarístico, dice: «Líbranos de la eterna condenación (ab aeterna damnatione nos
eripi), y cuéntanos en el rebaño de Tus elegidos.» La misma expresión
vigorosa se encuentra en las Letanías de los Santos, y esta vez deja absolutamente
en claro quiénes son los aludidos por el "nos": somos nosotros mismos
y todos nuestros seres queridos que tienen la fe, y nosotros imploramos perdón
por los nuestros: «Que Tú libres nuestras almas y las almas de nuestros hermanos,
familiares y benefactores de la eterna condenación, ¡Te rogamos, óyenos! Ut animas nostras... ab aeterna damnatione eripias, te rogamus audi nos!»
Esta es una súplica urgente, pero también está llena
de una verdad inmensa. Pues en esperanza nosotros ya estamos seguros de obtener
el perdón de Nuestro Salvador, y eventualmente alcanzar la felicidad del
Cielo... Así, nuestros horizontes se ensanchan, llevándonos a la segunda parte
de la plegaria:
"LLEVA A TODAS LAS ALMAS AL CIELO." Nuestro
deseo ardiente de ser salvados, nosotros y nuestros seres queridos, es
extensivo necesariamente a todas las almas. Cristo ofreció Su vida por todos
los hombres, sin excepción, y Dios, Su Padre «quiere salvar a todos los hombres»;
así, ¿por qué no van todas las almas al Cielo? La pequeña oración se convierte
en... una oración universal. Es mística, y expresa una caridad verdadera y
ardiente. «Señor,» gustó repetir el Padre de Foucauld, «si fuera posible, ¡haz
que todos los hombres vayan al Cielo!»
«A todas las almas», «as almas todas» o en la
versión citada más a menudo por Sor Lucía, «as alminhas todas», con este
diminutivo de conmiseración, «todas esas pobres almas», tal como diríamos
nosotros, «pobres pecadores». «Levai para o Ceu!» ¡Llévalas al Cielo! La
palabra puede ser apenas traducida: ¡llévalas, transpórtalas, elévalas hasta el
Cielo! Y tal vez aun mejor, como el Padre Simonin y Dom Jean Nesmy traducen: «atrae
a todas las almas al Cielo.» Esto nos recuerda las palabras de Jesús al
atardecer del Domingo de Ramos, inmediatamente antes de entrar en la senda de
Su Sacrificio Redentor: «Ahora el príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y yo, cuando fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí. Esto lo decía
indicando de qué muerte iba a morir.»[3] «Omnia traham ad
meipsum.» Levantado sobre la Cruz, como una nueva serpiente de bronce, Él
salvará a todos aquellos que lo buscan, el único Salvador, «A quien ellos han
traspasado». Y pronto, ascendiendo al Cielo, Él llevará una hueste de
prisioneros consigo[4].
"ESPECIALMENTE LAS MÁS NECESITADAS". Estas
últimas palabras dejaron perplejo al Canónigo Formigâo. Realmente son sorprendentes:
¿Cómo podemos pedir a Jesús que lleve todas las almas al Cielo, y así, todas
sin excepción, y luego inmediatamente agregar una fórmula que por el contrario
es parcial y restrictiva? Las palabras, "todas... especialmente"
parecen desafiar la simple lógica.
Y aun así, la fórmula es auténtica, y la dificultad
desaparece cuando consideramos que esta concierne a la salvación de las almas,
o sea a la pura e infinita misericordia de Dios. La lógica aquí es la del amor,
llena de sobreentendidos que causa la estructura demasiado estrecha de la
relación exacta de los conceptos a refutar. El alma suplicante, en el celo de
su amor, gustaría de obtener de la Misericordia Divina la salvación de todas las
almas... pero sabe que su pedido no puede ser escuchado en toda su extensión...
no lo merece. En este caso, ella clarifica inmediatamente su pedido, y dice a
Dios: "¡Yo te pido tengas misericordia al menos de algunas almas, y más
especialmente, como una prioridad, sobre las almas de los más grandes
pecadores, quienes más seguramente están en riesgo de ser perdidas!" Tal
es la lógica de los santos...
Así es como los tres videntes comprendieron esta oración,
a la luz de su contexto inmediato: la visión del infierno[5]. Un pasaje llamativo de
las Memorias nos muestra como la
pequeña oración de Nuestra Señora volvió a menudo a los labios de Jacinta, y no
solamente entre las decenas del rosario, sino para implorar a menudo la
salvación de las almas:
«Con
frecuencia se sentaba en el suelo o en alguna piedra y, pensativa, comenzaba a
decir:
«–
¡El infierno! ¡El infierno! ¡Qué pena tengo de las almas que van para el
infierno! ¡Y las personas que estando allí vivas, arden como leña en el fuego!
«Y
asustada, se ponía de rodillas, y con las manos juntas, rezaba las oraciones
que Nuestra Señora nos había enseñado:
«–
¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a
todas las almas, especialmente a aquellas que más lo necesitan!
«–
Ahora, Excmo. y Revmo. Señor Obispo, ya V. Excia. Revma. comprenderá por qué a mí
me daba la impresión de que las últimas palabras de esta oración, se referían a
las almas que se encuentran en mayor peligro, o más inminente, de condenación.»[6]
Estas últimas palabras vuelven nuestra atención hacia
los agonizantes. En todas las miríadas de Ave Marías que habremos rezado todos
durante nuestra vida, pedimos a la Madre de Misericordia que ruegue por
nosotros «en la hora de nuestra muerte». ¿Pero, y todas esas almas endurecidas,
que La ultrajan sin cesar y nunca La invocan? Es para ellas, en su lugar, que
Nuestra Señora nos hace rezar durante nuestro rosario.
Esta prioridad acordada a los más grandes pecadores no
era comprendida, y fue la razón principal por la que la versión original fue
abandonada durante tanto tiempo, en favor de otra más clásica. Incluso, esta
oración nos introduce en toda la realidad del Evangelio. ¡Es la prioridad dada
a las ovejas descarriadas por la doble razón, que están extraviadas, y que su
salvación nos mostrará más vívidamente el Amor incansable de su Buen Pastor!
Fue Santa Teresa del Niño Jesús quien, «devorada por una sed por las almas,
inflamada del deseo de arrebatar de las llamas eternas a las almas de los más
grandes pecadores», que tomó la decisión «de evitar a cualquier precio que
fuera al infierno», el horrible criminal cuyos tres asesinatos habían
monopolizado las noticias. Sobre él también, «este pobre infortunado Pranzini»,
ella quiso derramar la salvífica y «divina gota» de la Sangre de Jesús[7].
Nosotros veremos que esto que concierne a la salvación
de los más grandes pecadores es un tema frecuente en las revelaciones posteriores
dadas a Sor Lucía. Este, igualmente, fue el pensamiento constante de Jacinta:
«Y
permanecía así, durante largo tiempo, de rodillas, repitiendo la misma oración.
De vez en cuando me llamaba a mí o a su hermano (como si despertara de un sueño):
«–
Francisco, Francisco, ¿vosotros rezáis conmigo? Es preciso rezar mucho, para
librar a las almas del infierno. ¡Van para allá tantas! ¡Tantas!»[8]
[…]
«LA
ORACIÓN POR LAS ALMAS
¿Por qué almas debe decirse? ¿Por las almas de los
pecadores? ¿O por las que están en el Purgatorio, como se creyó durante largo tiempo?
DOS
VERSIONES DIFERENTES
Hasta los cuarenta, en la mayoría de las obras sobre
Fátima encontramos la siguiente versión, citada por el Padre Castelbranco: «¡Oh
Jesús mío, perdona nuestros pecados! ¡Líbranos del fuego del infierno! Y saca
las almas en el Purgatorio, especialmente las más abandonadas.»[9] En este tiempo, los
peregrinos a Fátima recitaban la misma fórmula en la Cova de Iria. ¿Cómo podemos
explicar esta discrepancia?
LA
VERSION AUTÉNTICA
Durante el interrogatorio del 21 de agosto de 1917,
Lucía relató al Padre Ferreira la versión revelada por Nuestra Señora un poco
más de un mes antes. Excepto por dos palabras, que no cambian el sentido[10], esta es exactamente
idéntica a la del texto que Sor Lucía transcribió en su Cuarta Memoria, el 8 de Diciembre de 1941. Por
lo tanto, es esta última versión la que nosotros comentamos: «Oh Jesús mío, perdónanos,
líbranos del fuego del infierno, y lleva a todas las almas al Cielo,
especialmente aquellas más necesitadas.»[11]
Así, no hay duda sobre la autenticidad de estos
textos, especialmente desde que además de ellos, hay muchos otros que muestran
que Sor Lucía no cambió la redacción, excepto en pequeños detalles que no
alteran de ninguna manera el sentido de la oración.[12]
LA
INTERPRETACIÓN DEL CANÓNIGO FORMIGÂO
Nosotros sabemos que durante el interrogatorio del 27
de setiembre de 1917, Lucía recitó al Canónigo Formigâo la misma versión auténtica
que ya había dado un mes antes a su párroco.[13]
Pero, ¿quiénes son estas almas «que están más
necesitadas», y para quienes pidió Nuestra Señora que rezáramos? El buen
Canónigo, quien por supuesto no conocía el secreto, ni los mensajes del Ángel,
ni las repetidas invitaciones de Nuestra Señora a rezar y sacrificarse por los
pecadores, e ignoraba especialmente la visión del infierno, que es el contexto
inmediato de la revelación de esta oración, pensó que indudablemente debía
referirse a las almas más abandonadas en el Purgatorio.
¿No es la palabra "alminhas",
diminutivo de "almas", la que fuertemente sugiere esta
hipótesis? El Canónigo Formigâo, quien él mismo optó resueltamente por la otra
solución, explica: «En portugués, la palabra "almas", especialmente
en su forma diminutiva, "alminhas", (las pequeñas, pobres o
queridas almas), empleada sin un calificativo, designa ordinariamente las almas
en el Purgatorio. En las iglesias, las alcancías para las almas en el
Purgatorio, muestran esta inscripción, "caixa das almas", y en
las esquinas de las calles, uno puede encontrar pequeñas construcciones a las
que llaman "ermida das alminhas" (ermita de las pobres
almas).»[14]
Otro detalle significativo: no es raro en Portugal escuchar a un mendigo
pidiendo por las almas, "para las alminhas", para las almas en
el Purgatorio.
Por lo tanto, podemos comprender fácilmente como el
Canónigo Formigâo llegó a creer que la oración de Nuestra Señora podía tener
que ver con los difuntos. Él agregó también una frase a la versión inicial: «Lleva
a todas las almas en el Purgatorio al Cielo, as alminhas do purgatorio todas...»
Pero una vez que fue adoptada deliberadamente esta interpretación, él llegó
lógicamente a modificar el texto, como lo reconoció más tarde[15], en bien de una mayor claridad.
Este es el origen de la fórmula que él adoptó y publicó en sus trabajos: «Oh
Jesús mío, perdónanos, líbranos de los fuegos del infierno, y libra las
almas en el Purgatorio, especialmente las más abandonadas.»[16]
Cuando en 1927 citó el interrogatorio del 27 de
setiembre de 1917, presentó su fórmula como siendo una respuesta de
Lucía a la pregunta. Esto muestra como la nueva versión de la oración, que aparecería
como corregida por él, resultó muy difundida más tarde[17].
LA
INTERPRETACIÓN DE SOR LUCÍA
Desde 1921, y luego por muchos largos años, Lucía
estaba alejada de las peregrinaciones a Fátima, lo que la tenía casi
completamente ignorante de lo que estaba ocurriendo. Así, ella no pudo
rectificar la fórmula errónea que se estaba recitando allí. Pero cuando se le
pidió su opinión, (¡un poco tarde, desafortunadamente!) insistió sobre el restablecimiento
de la versión original, cuya interpretación le parecía la más obvia. Nosotros
ya hemos citado su carta al Padre Gonçalves. Ella lo hizo nuevamente, con más
vigor aun, en una conversación con el Canónigo Barthas, el 18 de octubre de
1946. He aquí el texto:
«Me
permití pedir a Sor Lucía calificara el sentido de la palabra “alminhas”,
almas: "¿En estas almas que tienen necesidad de asistencia divina, debemos
ver las almas en el Purgatorio o las de los pecadores?, le pregunté.
«“Pecadores”,
contestó sin vacilar.
«“¿Por
qué piensa eso?”
«“Porque
la Santísima Virgen siempre habló de las almas de los pecadores. Ella dirigió
nuestra atención a ellas de todas las formas; Ella nunca habló de las almas en
el Purgatorio.”
«“¿Por
qué, en su opinión, la Santísima Virgen los interesó especialmente en los
pecadores, más que en las almas en el Purgatorio?"
«Sin
duda porque las almas en el Purgatorio ya están salvadas, estando ya en el
vestíbulo del Cielo, mientras las almas de los pecadores están en el camino que
lleva a la condenación." (Esta fue, esencialmente,
también mi propia opinión.)
«Su
explicación me parece altamente teológica. “¿Por qué, entonces, en muchas iglesias
y aun en todo Portugal, son nombradas en esta oración las almas en el
Purgatorio?”
«“Nao sei. Yo misma nunca hablé de las almas en el
Purgatorio. En cuanto al resto, eso no me concierne.”»[18]
Esta declaración nos parece decisiva. La oración
enseñada por Nuestra Señora, solo puede comprenderse propiamente en el contexto
más general del secreto de Fátima. Esto disculpa la modificación del texto, que
el Canónigo Formigâo, con toda su buena fe, pensó que tenía derecho a hacer.
Hoy, sin embargo, nosotros preferimos recitar esta oración en el mismo espíritu
que los tres videntes, pues como Sor Lucía, con justicia, escribe en otro
lugar, «habitualmente, Dios acompaña Sus revelaciones con un conocimiento
íntimo y minucioso de lo que ellas significan.»[19]
¿Debemos entonces olvidar las queridas almas en el
Purgatorio? La respuesta de Nuestra Señora el 13 de Mayo, («Ella estará en el Purgatorio
hasta el fin del mundo») alcanza para mostrarnos cuanto necesitan ellas de
nuestra oraciones. Es un hermoso deber de caridad interceder por ellas, y
especialmente por las más abandonadas entre ellas. Lejos de excluir a cada una,
todas las devociones católicas se fortalecen unas a otras. Es de cada individuo
practicar su devoción siguiendo el impulso de la gracia particular que le haya
sido dada... ¡Hay lugar de sobra en un corazón encendido para el amor a las
almas!»
[1]
Aquí damos el texto de la Cuarta Memoria,
en la traducción más literal. De cualquier manera, la versión usualmente
adoptada es substancialmente exacta: “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados,
líbranos del fuego del infierno, y lleva a todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de Tu misericordia.” Esta hermosa
oración ha sido citada con un número de variantes, y todavía es interpretada en
varias formas. Algunos creen que el segundo pedido se refiere a las almas en el
Purgatorio. En un apéndice nosotros justificaremos la versión que hemos
adoptado, y la explicación que proponemos.
[2]
Leer el hermoso paralelo establecido por nuestro Padre entre el Padrenuestro y
el Ave María. CRC 182, octubre de 1982.
[3] Jn. 12.
31-33.
[4] Jn. 19,
37, Za. 12, 19; Ef. 4, 7.
[5]
Ver la carta de Sor Lucía al Padre Gonçalves del 18 de mayo de 1941: La última
súplica ha sido aplicada a las almas en el Purgatorio, "porque parece que
el sentido de estas últimas palabras fue mal
comprendido; pero yo creo que Nuestra Señora se estaba refiriendo a las
almas en el mayor peligro de condenación. Esta continúa siendo mi impresión, y
sin duda usted creerá la misma cosa después de haber leído la parte del secreto
que yo he escrito, y sabiendo que Nuestra Señora nos enseñó esta misma oración
durante la misma aparición." (Memorias e cartas, p. 443).
[6] III, p.
110.
[7] Manuscritos
autobiográficos, pp. 117-119, Livre de
Vie (1957).
[8] III, p.
110.
[9] The Umprecedent Miracle of
Fatima, p. 12 (1939). En 1940, el
Padre Martin Jugie, en su libro sobre el Purgatorio, citó una fórmula similar, p.
337. (Lethielleux).
[10] A
saber, la conjunción "y", y las palabras, "de ella",
refiriéndose a la misericordia de Dios: "especialmente las más necesitadas
de ella."
[11]
O meu Jesus, perdoai-nos, (e) livrai nos do fogo do Inferno; levai as alminhas
todas para o Ceu, principalmente aquelas que mais (d'ele) precisarem. (Documentos,
p. 341, 501).
[12]
He aquí unas pocas fechas: 7 de setiembre de 1922, carta de Carlos Mendès
(Barthas, Fatima, Great Miracle of the Twentieth Century, p. 322). El
informe del 5 de enero de 1922 (Documentos, p. 471). El interrogatorio
ante la comisión canónica, 8 de julio de 1924. La carta del Padre Gonçalves del
18 de mayo de 1941 (Documentos, p. 443), y finalmente los textos de la
III y IV Memoria (Ibid., pp. 221 y
341). El 18 de octubre de 1946, Sor Lucía dictó la misma fórmula al Canónigo
Barthas, agregando: "y ayuda especialmente aquellas..." Pero
el sentido es siempre el mismo.
[13] Cfr.
J.M. Alonso, Fátima, escuela de oración, p. 105, e Historia da
Literatura p. 13: "La primera versión escrita de los manuscritos Formigâo
es precisamente la que siempre repitieron los videntes".
[14] Fátima
1917-1968, p. 101; ver todas las notas de pp. 99-102.
[15] Alonso,
Historia da Literatura, pp. 14-15.
[16] ...e
livrai as almas do Purgatorio especialmente as mais abandonadas. Documentos,
p. 505.
[17]
Señalemos que el Padre Alonso creyó que la interpretación teológica del
Canónigo Formigâo pudo ser justificada, pero insistiendo sobre el sentido
ordinario de la palabra "alminhas". De acuerdo a él, la palabra
"alminhas" clarifica la cuestión: se refiere a las almas en el
Purgatorio. (Fátima, escuela de oración, p. 105; 1980.) Señalemos
solamente que:
1. Sor
Lucía parece usar indiferentemente tanto la palabra "alminhas" como
"almas". (Texto del 18 de mayo de 1941) De acuerdo a Castelbranco, la
fórmula aprobada para las peregrinaciones también tiene la palabra
"almas", mientras los Marto habían aprendido en 1917 la fórmula con
la palabra "almas".
2. El
Canónigo Formigâo mismo, en lugar de la palabra "alminhas", viene a
substituirla por la expresión más clara "almas do purgatorio". ¿Por
qué entonces fue necesario el cambio?
3. La
mayoría de los críticos portugueses eruditos interpreta la palabra
"alminhas" como lo hace Sor Lucía, por ejemplo como designando las
"pobres almas" de los pecadores.
Por lo
tanto, nosotros concluimos que en portugués, tanto como en latín o francés, la
palabra "alminhas" es indefinida y de acuerdo al contexto puede
referirse a las almas de los difuntos o a las de los vivos. Cfr. Documentos p.
447.
[18] Fátima
1917-1969, p. 101-102.
[19] III, p.
116.
Muy buen artículo, padre.
ResponderBorrarUna pregunta. Cómo sería la oración en latín?
Juan
Estimado Juan:
ResponderBorrarHay muchas versiones en latín de esta oración, tal como sucede en las lenguas modernas.
Traduciendo el texto explicado, a mi juicio, la oración debe decir:
"O mi Jesu, dimítte nobis, libera nos ab igne inférni, conduc omnes ánimas in Caelum, praesértim illas quae máxime índigent. Amen."