viernes, 18 de febrero de 2022

Consagración de las Islas Malvinas a Nuestra Señora del Rosario



Oración realizada por el P. Manuel Puyelli, del Domingo de Pascua de 1982, desde las mismas Islas

 

Omnipotente Señor de las batallas, que con tu poder y providencia eres Rey de los cielos, la tierra y el mar: porque nos ordenaste honrar al padre y a la madre en el cobijo de la patria terrena, porque nos enseñaste a dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César; porque nos aseguraste que no estar contigo es estar contra Ti; porque nos aconsejaste buscar primero el Reino de Dios y su justicia; porque caíste en la tierra como semilla para morir y dar con ello abundante fruto; porque nos diste una patria grande que va desde la Quiaca a la Antártida y desde la Cordillera al Atlántico, donde nuestras son estas islas que hoy huellan con orgullo nuestros pies de argentinos bien nacidos; y porque nuestras madres nos parieron varones y valientes. Por eso estamos aquí, porque no amamos tanto la vida que temamos la muerte, y porque si morimos en tu Gracia resucitaremos contigo para la vida eterna. Es por eso que en esta Pascua de Resurrección nos consagramos al Corazón Inmaculado de tu Madre, la Virgen María, bajo la advocación de la Virgen del Rosario, con cuyo nombre fuera designado este operático, en recordación de la otra gesta heroica de Liniers y la victoriosa batalla de Lepanto.

”Reina y Madre de la nación argentina: de hoy en más depositamos en tus manos nuestros cuerpos y nuestras almas, nuestra juventud y nuestra garra criolla, nuestra vida y nuestra muerte, para que dispongas de ellas lo que mejor convenga. Te consagramos también desde hoy estas Malvinas argentinas, pidiéndote que alejes todo signo de pecado, de error y de herejía aquí existentes. 

”Queremos que -como en todo el Continente- seas honrada con la devoción que más te agrada: el santo Rosario, porque solamente así mostraremos al mundo que somos una nación invencible. Finalmente, a partir de este momento, te reconocemos Comandante en Jefe espiritual de nuestros hombres en tierra, mar y aire, y desde lo profundo de nuestro corazón damos respuesta a la voz que nos dice:

-A la Virgen del Rosario, ¡subordinación y valor!

- ¡Para servir a Dios y a la Patria!

 

 

 

Martínez Torrens, V. Dios en las trincheras. Pag. 54.

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