Oración realizada por el P. Manuel Puyelli, del Domingo de Pascua de 1982, desde las mismas Islas
Omnipotente Señor de las batallas, que con tu
poder y providencia eres Rey de los cielos, la tierra y el mar: porque nos
ordenaste honrar al padre y a la madre en el cobijo de la patria terrena,
porque nos enseñaste a dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César; porque nos aseguraste que no estar contigo es estar contra Ti; porque
nos aconsejaste buscar primero el Reino de Dios y su justicia; porque caíste en
la tierra como semilla para morir y dar con ello abundante fruto; porque nos
diste una patria grande que va desde la Quiaca a la Antártida y desde la
Cordillera al Atlántico, donde nuestras son estas islas que hoy huellan con
orgullo nuestros pies de argentinos bien nacidos; y porque nuestras madres nos
parieron varones y valientes. Por eso estamos aquí, porque no amamos tanto la
vida que temamos la muerte, y porque si morimos en tu Gracia resucitaremos
contigo para la vida eterna. Es por eso que en esta Pascua de Resurrección nos
consagramos al Corazón Inmaculado de tu Madre, la Virgen María, bajo la
advocación de la Virgen del Rosario, con cuyo nombre fuera designado este
operático, en recordación de la otra gesta heroica de Liniers y la victoriosa
batalla de Lepanto.
”Reina y Madre de la nación argentina: de hoy
en más depositamos en tus manos nuestros cuerpos y nuestras almas, nuestra
juventud y nuestra garra criolla, nuestra vida y nuestra muerte, para que
dispongas de ellas lo que mejor convenga. Te consagramos también desde hoy
estas Malvinas argentinas, pidiéndote que alejes todo signo de pecado, de error
y de herejía aquí existentes.
”Queremos que -como en todo el Continente-
seas honrada con la devoción que más te agrada: el santo Rosario, porque
solamente así mostraremos al mundo que somos una nación invencible. Finalmente,
a partir de este momento, te reconocemos Comandante en Jefe espiritual de
nuestros hombres en tierra, mar y aire, y desde lo profundo de nuestro corazón
damos respuesta a la voz que nos dice:
-A la Virgen del Rosario, ¡subordinación y
valor!
- ¡Para servir a Dios y a la Patria!
Martínez Torrens, V. Dios en las
trincheras. Pag. 54.
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