Hoy, domingo 22 de diciembre, se
cumplen 50 años del martirio de Carlos Alberto Sacheri.
Frente a un mundo mediocre, que
se esfuerza por poner de ejemplo a gente sin valía, el Señor ha bendecido a La
Argentina con la sangre de los mártires Jordán Bruno Genta, Raúl Amelong y
Carlos Alberto Sacheri. Su martirio tiene como finalidad, en la actualidad, el
que podamos vencer el espíritu de la época mediocre presente y vivamos solo
para que Cristo reine.
Recordemos que el martirio no se
improvisa. Tengamos presente que Sacheri siempre vivió su vida dando lo mejor
de sí. Y que amó nuestra patria, y que quiso venir a sufrir por ella cuando
podría haberse quedado cómodo en Canadá o Europa… Rechazó todas las ofertas.
Porque amar la patria terrena es abrirse a la celestial.
Sin duda, el ejemplo de su
maestro lo animó. P. Julio Meinvielle no solo le enseñó a pensar sino que le
dio ejemplo sacerdotal que la vida cristiana ha de producir el ciento por uno.
Tantas veces perseguido, silenciado y calumniado; otros tantos intentado ser
asesinado… Pero nada hizo callar al “párroco de la Argentina”, “el teólogo de
la Cristiandad”, “al teólogo de la Argentina”. Porque solo es real la fe que se
hace vida, el verbo (Verbo) que se hace carne.
Meinvielle le dio ejemplo que si
hubiese uno, ya vale la pena. Por Carlos, el P. Julio siguió sus clases de la
Summa Theologiae de Santo Tomás. Solo por Carlos. ¡Qué sacerdocio fecundo!
Frente a la herejía actual del número, prefirió el P. Meinvielle la calidad. ¡Y
qué calidad! ¡Qué tiempo mejor aprovechado! Sin lugar a dudas, el mejor
discípulo suyo fue el mártir Sacheri.
De modo semejante, Carlos no
dejaría en el futuro de aprovechar cualquier oportunidad para hablar… Aunque
sea uno solo… Como habían hecho con él…
Frente a numerosos discípulos que
traicionaron a su maestro, Carlos siguió la mejor senda: la estrecha, la que
conduce a la vida eterna.
Tampoco Sacheri dejaría de dar
testimonio… Aunque fuera él solo, y la realidad fuera espinosa… Tal como firmó
solamente él la carta dirigida a los Obispos, advirtiendo de la intromisión del
clero tercermundista en la Argentina; carta que luego fue colocada en “La Iglesia
clandestina”, y que, seguramente, fue la causa de su muerte.
Padre fecundo e intelectual
combatiente, que vio la muerte y la aceptó como su destino más probable, nos
enseña a nosotros a despertarnos de nuestro letargo y a dar el mejor
testimonio, sin miedo a nada ni a nadie.
Argentina ha sido, por gracia de
Dios, regada con la sangre de los mártires, iluminada por la sabiduría
sobrenatural de los santos, ejemplificada por la gallardía de los héroes,
enseñada por la doctrina de los sabios… Todo esto es el nacionalismo argentino:
sin mérito de nuestra parte, tenemos mártires, santos, héroes y sabios.
No dejemos que esta hermosa
herencia caiga en saco roto. Despreciemos la iglesia de la publicidad (que
siempre será clandestina) y sus ejemplos mediocres y/o revolucionarios; y
abracémonos a la Iglesia de Cristo, que es el mismo hoy, ayer y para siempre.