Portar el escapulario no solamente nos trae una
multitud de gracias en el momento de la muerte, con la promesa de Nuestra
Señora del Carmen de llevarnos al Paraíso el sábado después del éxodo de este
mundo. Como si esto fuera poco, hay además indulgencias, tanto plenarias como
parciales, que podemos obtener, ya sea para nuestra alma, o para el alma de
algún difunto.
Vamos
a recordarlas.
1.
Se puede ganar indulgencia plenaria los siguientes
días:
a.
El día de la
imposición del escapulario, y el día del ingreso a la Tercera Orden o Cofradía
Carmelitana
b.
El día de la Virgen del Carmen (16 de julio)
c.
Los días de los
Santos Carmelitanos principales, a saber:
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Forma tradicional
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Forma ordinaria
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San
Simón Stock
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16
de mayo
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San
Elías Profeta
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20
de julio
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Santa
Teresita del N. Jesús
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3
de octubre
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1
de octubre
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Santa
Teresa de Jesús
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15
de octubre
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Todos
los Santos Carmelitas
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14
de noviembre
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San
Juan de la Cruz
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24
de noviembre
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14
de diciembre
|
2.
Se puede ganar indulgencia parcial llevándolo
piadosamente, besándolo o con cualquier otro acto de devoción. Dicho afecto se
aplica tanto al hábito como a la medalla-escapulario.
Recordemos que se requiere propagar la devoción a la
Santísima Virgen. Los verdaderos devotos son aquellos que aman a la Madre de
Dios, propagan sus virtudes, y la hacen amar por otros. Y esta es, justamente,
la misión de la Orden Carmelitana. Lejos, por lo tanto, de nosotros, pensar que
se puede llevar como un amuleto o talismán; o de tentar a Dios sin esforzarse
cada día por vivir en gracia de Dios. El verdadero hijo de la Santísima Virgen
es el que obedece su mandato en el santo Evangelio: “Haced todo lo que Él os
diga” (Jn. 2, 5).
La devoción al escapulario está innumerables veces inculcada,
no sólo por la tradición carmelitana, sino por gran cantidad de Sumos
Pontífices. Incluso la misma Santísima Virgen recomendó vestirlo en otras apariciones,
tal como en Fátima.
ORACIÓN DE LOS CARMELITAS
Que mi Escapulario me acompañe siempre. Que en él vea siempre a mi Madre celestial. Que al besarlo lo haga con amor de hijo y como promesa de amarle más y servirle mejor. Que su recuerdo y su presencia en mi pecho me anime a serle más fiel a Ella y a su Hijo. Que en él vea grabadas todas las virtudes de mi celeste Madre y trate de vivirlas. Que su constante presencia sobre mi corazón me ayude a evitar el pecado y a practicar la virtud. Que su recuerdo nunca permita que me olvide de Ella y así puedo estar seguro que Ella no me abandonará.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Vos, que miráis con ojos de particular bondad al que viste vuestro bendito Escapulario, miradme benignamente y cubridme con el manto de vuestra maternal protección. Fortaleced mi flaqueza con vuestro poder, iluminad las tinieblas de mi entendimiento con vuestra sabiduría, aumentad en mí la fe, la esperanza y la caridad. Adornad mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de vuestro divino Hijo y de Vos. Asistidme en vida, consoladme cuando muera con vuestra amabilísima presencia, y presentadme a la augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto vuestro, para alabaros eternamente y bendeciros en el Paraíso. Amén.
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