jueves, 29 de marzo de 2018

Poemas a la Pasión del Señor

1.

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
Lope de Vega


2. En la muerte de Cristo, contra la dureza del corazón del hombre

Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura,
da lágrimas al fuego, y voz al viento;

pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,

de piedra es hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.

Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,
de lástima de ver a Dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.
Francisco de Quevedo


3. Soneto a Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Anónimo


4. Sobre estas palabras que dijo Jesucristo en la Cruz: “Mulier, ecce filius tuus: ecce Mater tua” (Ioan, 19)

Mujer llama a su Madre cuando expira,
porque el nombre de madre regalado
no la añada un puñal, viendo clavado
a su Hijo, y de Dios, por quien suspira.

Crucificado en sus tormentos, mira
su Primo, a quien llamó siempre «el Amado»,
y el nombre de su Madre, que ha guardado,
se le dice con voz que el Cielo admira.

Eva, siendo mujer que no había sido
madre, su muerte ocasionó en pecado,
y en el árbol el leño a que está asido.

Y porque la mujer ha restaurado
lo que sólo mujer había perdido,
mujer la llama, y Madre la ha prestado.
Francisco de Quevedo


5. Fuerza de lágrimas

Con ánimo de hablarle en confianza
de su piedad entré en el templo un día,
donde Cristo en la cruz resplandecía
con el perdón que quien le mira alcanza.

Y aunque la fe, el amor y la esperanza
a la lengua pusieron osadía,
acordéme que fue por culpa mía,
y quisiera de mí tomar venganza.

Ya me volvía sin decirle nada,
y como vi la llaga del costado,
paróse el alma en lágrimas bañada:

Hablé, lloré y entré por aquel lado,
porque no tiene Dios puerta cerrada
al corazón contrito y humillado.
Lope de Vega



6. A Cristo en la Cruz

Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes;
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho.

Pero más fue nacer en tanto estrecho
donde, para mostrar en nuestros bienes
a dónde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portadillo tener techo.

No fue esta más hazaña, ¡oh gran Dios mío!,
del tiempo, por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad, con pecho fuerte

—que más fue sudar sangre que haber frío—,
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre que de hombre a muerte.
Luis de Góngora


7.

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendréisme seguro con tres clavos.
Lope de Vega




8. Al buen ladrón, sobre las palabras: “Memento mei” et “Hodie mecum eris in Paradiso”, acordando lo que dice: “Non rapinam arbitratus”


¡Oh vista de ladrón bien desvelado,
pues estando en castigo tan severo
vio reino en el suplicio y el madero,
y rey en cuerpo herido y justiciado!

Pide que dél se acuerde el coronado
de espinas, luego que Pastor Cordero
entre en su reino, y deja el compañero
por seguir al que robo no ha pensado.

A su memoria se llegó, que infiere
con Dios su valimiento, porque vía
que por ella perdona a quien le hiere.

Sólo que dél se acuerde le pedía
cuando en su reino celestial se viere,
y ofreciósele Cristo el mismo día.
Francisco de Quevedo


9.

Muere la vida, y vivo yo sin vida,
ofendiendo la vida de mi muerte,
sangre divina de las venas vierte,
y mi diamante su dureza olvida.

Está la majestad de Dios tendida
en una dura cruz, y yo de suerte
que soy de sus dolores el más fuerte,
y de su cuerpo la mayor herida.

¡Oh duro corazón de mármol frío!,
¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,
y no te vuelves un copioso río?

Morir por él será divino acuerdo,
mas eres tú mi vida, Cristo mío,
y como no la tengo, no la pierdo.
Lope de Vega



10. Refiere cuán diferentes fueron las acciones de Cristo Nuestro Señor y de Adán

Adán en Paraíso, Vos en huerto;
él puesto en honra, Vos en agonía;
él duerme, y vela mal su compañía;
la vuestra duerme, Vos oráis despierto.

Él cometió el primero desconcierto,
Vos concertasteis nuestro primer día;
cáliz bebéis, que vuestro Padre envía;
él come inobediencia, y vive muerto.

El sudor de su rostro le sustenta;
el del vuestro mantiene nuestra gloria:
suya la culpa fue, vuestra la afrenta.

Él dejó horror, y Vos dejáis memoria;
aquél fue engaño ciego, y ésta venta.
¡Cuán diferente nos dejáis la historia!
Francisco de Quevedo


11.

Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.
San Juan de la Cruz


12. Cruz, descanso sabroso...

Cruz, descanso sabroso de mi vida
vos seáis la bienvenida.
Oh bandera, en cuyo amparo
el más flaco será fuerte,
oh vida de nuestra muerte,
qué bien la has resucitado;
al león has amansado,
Pues por ti perdió la vida:
vos seáis la bienvenida.

Quien no os ama está cautivo
y ajeno de libertad;
quien a vos quiere allegar
no tendrá en nada desvío.
Oh dichoso poderío,
donde el mal no halla cabida,
vos seáis la bienvenida.

Vos fuisteis la libertad
de nuestro gran cautiverio;
por vos se reparó mi mal
con tan costoso remedio;
para con Dios fuiste medio
de alegría conseguida:
vos seáis la bienvenida.
Santa Teresa de Jesús



13. En la cruz está la vida

En la cruz está la vida
y el consuelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

En la cruz está “el Señor
de cielo y tierra”,
y el gozar de mucha paz,
aunque haya guerra.
Todos los males destierra
en este suelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

De la cruz dice la Esposa
a su Querido
que es una “palma preciosa”
donde ha subido,
y su fruto le ha sabido
a Dios del cielo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

Es una “oliva preciosa”
la santa cruz
que con su aceite nos unta
y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz
con gran consuelo,
que ella sola es el camino
para el cielo.

Es la cruz el “árbol verde
y deseado”
de la Esposa, que a su sombra
se ha sentado
para gozar de su Amado,
el Rey del cielo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

El alma que a Dios está
toda rendida,
y muy de veras del mundo
desasida,
la cruz le es “árbol de vida”
y de consuelo,
y un camino deleitoso
para el cielo.

Después que se puso en cruz
el Salvador,
en la cruz está “la gloria
y el honor”,
y en el padecer dolor
vida y consuelo,
y el camino más seguro
para el cielo.
Santa Teresa de Jesús


14. Soneto - Oración 

A Ti me vuelvo, gran Señor, que alzaste,
a costa de tu sangre y de tu vida,
la mísera de Adán primer caída
y adonde él nos perdió, Tú nos cobraste.

A Ti, Pastor bendito, que buscaste
de las cien ovejuelas, la perdida
y hallándola del lobo perseguida,
sobre tus hombros santos te la echaste.

A Ti me vuelvo en mi aflicción amarga
y a Ti toca, Señor, el darme ayuda,
que soy cordera de tu aprisco ausente

y temo que a carrera corta o larga,
cuando a mi daño tu favor no acuda
me ha de alcanzar esta infernal serpiente.
Miguel de Cervantes Saavedra


15. Al Cristo del Greco 

Jesús de la inquietud y la agonía,
de la sombra y la nube, yo te invoco,
llama en los cuadros del cretense loco,
descoyuntado y sin anatomía.

¡Líbrame de este siglo que porfía
por hacerme de piedra! ¡Soy tan poco
para ser firme! Y cuanto veo y toco
se alarga en un temblor de melodía.

Contigo, sin el orden y el diseño,
en mi carne de aflicto penitente
de lágrima, crepúsculo y ensueño,

se grabará el dolor omnipotente,
como punzante clavo de tu leño,
como sangrienta espina de tu frente.
Ángel Valbuena Prat


16. Canción a Cristo crucificado

Inocente Cordero,
En tu sangre bañado,
con que del mundo los pecados quitas,
del robusto madero
por los brazos colgado,
abiertos, que abrazarme solicitas;
ya que humilde marchitas
en color y hermosura
dese rostro divino,
a la muerte vecino;
antes que el alma soberana y pura
parta para salvarme
vuelve los mansos ojos a mirarme.

Ya que el amor inmenso
con último regalo
rompe de tu grandeza las cortinas,
y con dolor intenso,
arrimado a ese palo,
la cabeza clavada con espinas
hacia la Madre inclinas,
y que la voz despides
bien de entrañs reales,
y las culpas y males
a la grandeza de tu Padre pides
que sean perdonados,
acuérdate, Señor, de mis pecados.

Aquí, donde das muestras,
de manirroto y largo,
con las manos abiertas con los clavos;
aquí donde tú muestras
y ofreces mi descargo;
aquí donde redimes los esclavos,
donde por todos cabos
misericordia brotas,
y el generoso pecho
no queda satisfecho
hasta que el cuerpo de la sangre agotas;
aquí, Redentor, quiero
llegar a tu justicia yo el primero.

Aquí quiero que mires
un pecador metido
en la ciega prisión de sus errores,
que no temo te aíres
en mirarte ofendido,
pues abogando estás por pecadores;
que las culpas mayores
son las que más declaran
tu noble pecho santo,
de que te precias tanto;
pues, cuando las más graves se reparan,
en más tu sangre empleas,
y más con tu clemencia te recreas.

Por más que el peso grave
de mi culpa se siente
cargar sobre mi corvo y flaco cuello,
que tu yugo suave
sacudió inobediente,
quedando en dura sujeción por ello;
por más que el suelo huello
con pasos tan cansados,
alcanzarte confío;
que, pues por el bien mío
tienes los soberanos pies clavados
en un madero firme,
seguro voy que no podrás huirme

Seguro voy, Dios mío,
de que mi buen deseo
siempre ha de hallar en tu clemencia puerto.
De ese corazón fío,
a quien ya claro veo
por las ventanas dese cuerpo abierto,
que está tan descubierto,
que un ladrón maniatado,
que lo ha contigo a solas,
con dos palabras solas
te lo tiene robado;
y si esperamos, luego
de aquí a bien poco le acertara un ciego.

A buen tiempo he llegado,
pues es cuando tus bienes
repartes con el Nuevo Testamento;
si a todos has mandado
cuantos presentes tienes,
también ante tus ojos me presento;
y cuando en un momento,
a la Madre hijo mandas,
al discípulo Madre,
el espíritu al Padre,
gloria al ladrón.
¿Cómo, entre tantas mandas,
ser mi desgracia puede
tanta que solo yo vacío quede?

Miradme, que soy hijo,
que por mi inobediencia
justamente podrá desheredarme
ya tu palabra dijo
que hallaría clemencia
siempre que a Ti volviese a presentarme.
Aquí quiero abrazarme
a los pies desta cama,
donde estás expirando;
que si, como demando,
oyes la voz piadosa que te llama,
grande ventura espero
pues, siendo hijo, quedaré heredero.

Por testimonio pido
a cuantos te están viendo
como a este punto bajas la cabeza:
señal que has concedido
lo que te estoy pidiendo,
como siempre esperé de tu largueza.
¡Oh admirable grandeza!
¡caridad verdadera!
que como sea cierto
que hasta el testador muerto
no tiene el testamento fuerza entera,
tan magnánimo eres
que porque todo se confirme mueres.

Canción, de aquí no hay paso.
Las lágrimas sucedan
en vez de las palabras que te quedan
que esto nos pide el lastimoso caso,
no contentos ahora,
cuando la tierra, el sol y el cielo llora.
Miguel Sánchez / Fr. Luis de León[1]




[1] Atribuido a uno o al otro, según los críticos literarios.

2 comentarios:

  1. El Drama de Un Dios, Martirizado, sin culpa y sin consuelo... Viernes Santo, contemple yo a mi Dios, Crucificado, y con lagrimas de amor, arrepentida, bese su Sacrosanto Cuerpo, tan llagado, y expire junto a Él, en santa muerte, perdonada...

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  2. Muy hermosas palabras, Stella Maris. Muchas gracias.

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