sábado, 23 de mayo de 2020

Fiesta de María Auxiliadora



Debe colocarse la esperanza en la Bienaventurada Virgen[1]



«Se cuenta en la Escritura cómo el rey Asuero, por una falsa sugestión del traidor Amán, promulgó una sentencia de condenación y de muerte contra todo el pueblo judío que vivía en su reino. Ya estaba dictada la sentencia, ya estaba sellada con el anillo del rey, ya publicada por los pregoneros y señalado el día; no restaba sino llevar a cabo la matanza. Pero fue revocada por la intercesión de la reina Esther, por la extensión del cetro de oro y el ósculo de la extremidad del mismo.
La realidad correspondiente a esta figura es la siguiente: a causa del pecado de los primeros padres, perpetrado por la falsa sugestión del traidor Amán, fue dictada por el rey Asuero, es decir por Dios, sentencia de condenación contra todo el género humano. Ya había sido dictada la sentenica, ya había sido consignada en la sagrada Escritura, ya había sido promulgada por los pregoneros, esto es, por los profetas, ya estaba señalado el día. Pues apenas moríamos, descendíamos a los infiernos.
Pero, gracias a la reina Esther, es decir, a la intercesión de la bienaventurada Virgen María, la sentencia fue revocada por la extensión del cetro de oro y el ósculo de la extremidad del mismo.
En el libro de Esther, capítulo VIII, se refiere que la reina Esther fue grata a los ojos del rey, y que éste extendió hacia ella el cetro de oro, y que la reina besó la extremidad del cetro. Y el rey le dijo: ¿Qué petición es la tuya, Esther, para que se te conceda; y qué quieres que se haga? Aunque pidas la mitad de mi reino, la alcanzarás. Al cual ella respondió: Si he hallado gracia en tus ojos, oh rey, y si a ti place, concédeme la vida, por la que te ruego, y a mi pueblo, por quien intercedo. Porque hemos sido entregados, yo y mi pueblo, a ser destruidos, degollados, y a perecer (Esther, VII, 2-4), a causa del pecado original contraído y de nuestros pecados actuales sobreañadidos.
Pero la reina Esther, es decir la Bienaventurada Virgen, fue grata a los ojos del rey para la restauración del género humano, y encontró gracia ante él, no solamente para sí, sino para todos los hombres.
El rey alargó el cetro de oro. El Señor Dios Padre nos alargó ese centro de oro, cuando, por la máxima caridad que nos tenía, expuso a su Hijo a la Pasión. La Bienaventurada Virgen tocó la extremidad del cetro, cuando concibió en su seno al Hijo de Dios, y después lo dio a luz.
Y así alcanzó la mitad del reino de Dios, de modo que sea reina de misericordia aquélla cuyo Hijo es Rey de justicia. De ese modo fue también revocada la sentencia de nuestra condenación. Esa revocación fue promulgada por mensajeros, los Apóstoles, enviados especialmente para ello.»

Ps. Santo Tomás de Aquino, Del Prólogo de la exposición a las siete Epístolas Canónicas[2]


[1] Fr. Mézard, op. (2019) Meditaciones según Santo Tomás para todos los días del año litúrgico, tomo II: Cuaresma, Pascua, Pentecostés, Fiestas. Buenos Aires: Ediciones Río Reconquista.
[2] El texto, según la página Corpus Thomisticum, corresponde a Nicolai de Gorran (https://www.corpusthomisticum.org/xec0.html)

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